WARMIKUNA cocina-taller
Conforme se acerca la celebración de la fiesta de los Fieles Difuntos, el ambiente de los mercados de la ciudad va cambiando y se preparan para ofrecer todos los ingredientes necesarios para preparar la colada morada y las guaguas de pan. Algunos de los puestos se llenan de canastos con mortiño, frutillas, moras, babacos, piñas; otros, con maíz negro, harina morada, largas ramitas de canela, “sombreritos” o ishpingos, panela grande o pequeña “recién traída de Gualaceo”, clavo de olor, anís estrellado; mientras, en los puestos de las plantas y las hierbas medicinales están ya preparados los atados con ramas de naranjo, hierba luisa, arrayán, cedrón, sangorache o ataco.
Aunque su preparación varía en las diferentes provincias y de acuerdo a las singularidades que adquiere su elaboración en cada familia, la colada morada y las guaguas de pan son, sin duda, alimentos centrales con que se honra y se celebra a nuestros fieles difuntos, con la certeza que sus espíritus sabrán recibir esta expresión de cariño, respeto y reconocimiento de los suyos, por su camino en la madre Tierra y su legado para la familia.
Los cronistas afirman que parte de los ingredientes usados hasta bien entrada la Colonia –los primeros registros de su preparación datan de inicios del siglo XVI– eran tan solo maíz negro molido, mora, naranjilla, arrayán y, además, sangre de llama, ingrediente considerado por los europeos conquistadores como blasfemia para las costumbres cristianas y “poco salubre”. La idea de beber sangre de un animal los escandalizó hasta irla erradicando poco a poco de la receta original que, según varias investigaciones, se habría comenzado a prepararla hace cinco mil años.
Esta tan antigua bebida prehispánica se la elaboraba con la “llegada de las lluvias”, cuando se iniciaba el tiempo de siembras para pedir a la madre Tierra que reciba las nuevas semillas, las permita crecer fuertes y sanas y asegurar la cosecha y, por tanto, el alimento para la familia, para la comunidad, para la continuidad de la vida. Con la llegada de los españoles y con ellos del cristianismo, esta tradición indígena se fusionó con las costumbres católicas que celebraban en esta misma época la conmemoración de los difuntos.
Desde entonces, varios cambios han ocurrido a la hora de preparar y disfrutar de ese tan especial sabor, textura y color de la colada morada; no obstante, esta ancestral costumbre nos permite todavía compartir con los espíritus de nuestros difuntos, la esperanza de que las chacras reciban también sus bendiciones.
¿En qué momento aparecen las guaguas de pan como compañeras infaltables de la colada morada?
Son tan antiguas como la misma colada morada, las tantawawas (del quichua tanta = pan, wawa = niño) se preparaban con harina de maíz y sus figuras representan a los ancestros o espíritus de los familiares, para luego colocarlas en altares o en las tumbas de los cementerios como ofrendas, acompañadas siempre de colada morada y, en ciertas ocasiones, también de chicha de jora.
Esta costumbre de profunda raigambre espiritual y popular en los Andes ecuatorianos se convierten en actos simbólicos vinculados con la vida, la muerte y la memoria de nuestros pueblos originarios que permanecen entre nosotros como motivo de celebración, de gratitud mientras disfrutamos el aroma cálido, dulce y especiado, con suaves notas florales que hacen de la colada morada la delicia de chicos y grandes.
Así como los mercados van hablándonos de los tiempos de celebración que se acercan, en las familias, en las oficinas, en los lugares de trabajo el Día de Muertos la colada morada y las guaguas de pan se convierten en tema de conversación y razón para reunirse y preparar juntos o compartir estos alimentos que alegran y que llenan el cuerpo y el alma.
Bien dice la sabiduría popular: “Colada morada caliente, recuerda al ausente”, “Guagua de pan en mano, el alma no está en vano”.
Portada: imagen, Diana Cabrera @warmikunacocinataller
Máster en Ciencias Sociales con mención en Comunicación. Periodista, editora de libros y correctora de estilo. Es parte del grupo editorial Quillca editores. Sostiene una columna de opinión semanal en diario “El Mercurio”. Fue parte del equipo de “Ondas Azuayas”. Alrededor del silencio, de las palabras, del lenguaje y de la comunicación teje mi vida. Tiene varias publicaciones vinculadas al arte popular y la cultura.