Henri Lefebvré decía que las ciudades son resultado de la producción social, es decir de las fuerzas económicas, políticas, culturales que coexisten en un asentamiento humano. Así como se han construido las ciudades que hoy tenemos, se pueden construir otras.
El autor analiza la ciudad desde tres entradas: el espacio concebido, el espacio vivido y el espacio imaginado. La ciudad concebida es el espacio del conocimiento técnico o académico, asignado a urbanistas, planificadores, expertos, científicos; es también, el espacio de los códigos de ordenación, las regulaciones y las restricciones operadas por la administración local. Actualmente, este espacio responde al diseño del urbanismo moderno que a partir de la segunda mitad del siglo pasado ha sometido a las urbes a un proceso de expansión ilimitada, bajo un mecanismo de homogenización que licua las diferencias. Modelo que prioriza grandes proyectos arquitectónicos como malles, edificios financieros y residenciales, ciudadelas exclusivas y excluyentes; estructuras no solo materiales sino sociales que producen segregación socioespacial e inequidades de todo tipo.
Los centros históricos fueron destinados a las oficinas públicas sedes de representación, edificios refinados destinados al turismo y barrios donde los niños no cuentan con un lugar cercano para jugar, aunque haya a un kilómetro un parque más grande donde sólo podrá ir si un adulto lo lleva. Ciudades mercado que tratan el suelo como un valor de cambio más que un valor uso. Ciudades vitrinas para el turismo, sometidas a la lógica del capital donde el valor comercial del espacio alteró los conceptos de equilibrio, bienestar y comunidad. La ciudad dejó de ser un lugar de encuentro e intercambio, todos somos anónimos, difícilmente nos saludamos al caminar por la calle.
La ciudad vivida representa las experiencias cotidianas englobando tanto la producción como la reproducción social. Es el espacio de la interacción, la reinvención, transgresión, y transformación a partir de las necesidades concretas de la gente; en él se manifiestan las vivencias provocadas por el diseño concebido y también se expresan disputas de toda naturaleza. Hoy nos hemos acostumbrado a inequidades económicas y sociales, a la saturación del tráfico, a la contaminación, a largas distancias, a escasos espacios públicos en algunos barrios y excesivos en otros, perdemos tiempo y vida en desplazamientos que pudieron ser no necesarios, a incomodidades de todo tipo convencidos de que ese es el estilo de vida en la ciudad moderna. En estas ciudades, se han multiplicado los no lugares diría Auge, donde la experiencia de compartir un mismo espacio con desconocidos genera desconfianza o apatía. El individualismo, la indolencia, la violencia y el miedo son los comportamientos sociales más frecuentes. Las no-ciudades provocan sentimientos de inseguridad, dispersión, desencuentro y una ausencia del sentido de pertenencia.
Las ciudades vividas bajo los patrones del actual orden social, el modelo global y el mercantilismo del hábitat, se deshumanizaron. Aumentan el estrés y la sensación de vivir una jungla urbana afecta la salud mental, la depresión y la ansiedad. Vivimos una nueva forma de alienación que responde a la digitalización generalizada. Los altos niveles de competencia y frustración conducen a las adicciones a grandes sectores de la población. La fertilidad ha disminuido en los últimos años como una suerte de renuncia a continuar creyendo en la humanidad. La discriminación y la soledad se sitúan como factores relevantes, la violencia organizada encuentra cabida en esta realidad. Parecería que la época actual es una época sin ideales ni paradigmas. El escepticismo, la desmovilización y la inanición son una suerte de renuncia a la guerra de todos contra todos.
Sin embargo, tomar conciencia de cómo vivimos y ocupamos la ciudad es una acción transformadora. Las ciudades son organizamos vivos en permanente evolución y por lo tanto susceptibles de ser imaginadas y también transformadas. Los seres humanos al construir las ciudades nos construimos a nosotros mismos, las ciudades son lienzos sobre el cual pintamos la historia de nuestra vida. El espacio imaginado es un espacio designado a los habitantes y su imaginación, donde nace la posibilidad de resignificar la ciudad, disputar los poderes instituidos y replantar la historia. Necesitamos imaginar otras ciudades, desde otro horizonte ético, uno que fomente la solidaridad, que diseñe espacios de convivencia armónica. Ciudades como un territorio de paz que presupone la reciprocidad de las perspectivas, el cuidado y la empatía. Necesitamos recuperar la cercanía y las relaciones de vecindad. El barrio o la parroquia son el espacio ideal para pensar en esta otra ciudad, con proyectos compartidos entre vecinos, huertos comunitarios, actividades artísticas y deportivas con los niños y jóvenes, donde se cuidan los espacios comunes, parques, orillas de los ríos, donde compramos en la tienda, barremos las veredas, donde nos capacitarnos en organización o derechos colectivos, donde sembramos árboles, etc.
Al apropiamos del entorno lo diseñamos, lo construimos, lo usamos a través de prácticas, símbolos y significantes que impregna la vida de las personas. Es cuestión de tiempo que las resistencias vayan cediendo, si es que en las ciudades no reconstruimos el lazo social. Por eso merece la pena repensar la ciudad desde el lado humano. En síntesis, pensar lo urbano como un sistema holístico en el cual los aspectos sociales, económicos, ambientales e institucionales se encuentran armonizados integralmente. Necesitamos intentar soluciones más vinculantes, que diseñen y construyan ciudades sanas, democráticas, justas e inclusivas. Porque el ser urbano es, fundamentalmente un ser humano.
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Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.