Comprender la ciudad como un sistema complejo de interacciones sociales, determinaciones morfológicas y negociaciones económico-políticas propias de la historia de las sociedades, implica reconocer que la realidad es fundamentalmente socio-espacial. De ahí la importancia de repensar el espacio, no solo como contenedor o soporte material, sino como elemento activo que influye en la estructuración misma de la realidad social. La ciudad y la vida urbana deben ser asumidas como dinámicas mutuamente constituyentes.
En este sentido, la ciudad como un espacio en permanente negociación, es una manifestación socio-político-espacial de lucha histórica (Purcell, 2008). El espacio público es producido por los ciudadanos y ciudadanas, es ahí donde expresan sus demandas y reconocimientos sociales, lo que lo convierte en un recurso público significativo. El diseño de los espacios no es únicamente el resultado de disposiciones técnicas o geográficas, responde a una disputa de poder sobre su uso, por lo que su planificación y diseño no es imparcial ya que beneficia a uno u otro sector de la población; de la misma manera, en lo que respeta a las interacciones sociales y a las significaciones político-culturales que se reproducen, definiendo así las formas de habitar de la ciudad. El espacio público es entonces texto y contexto de las rutinas de la vida cotidiana, su diseño determina oportunidades y constricciones a quienes habitan la ciudad, generando aprendizajes prácticos, conocimiento, información sobre las relaciones humanas, sobre las diversidades, sobre las normas tacitas y explicitas, sobre lo socialmente aprobado o no, sobre la cultura y la mentalidad…en definitiva el espacio público también es un espacio de enunciación sobre lo que los ciudadanos aspiramos y consideramos que es nuestro derecho.
Lefebvre, (1991) reconoce el entorno construido como producto de la externalización y materialización de las matrices culturales que organizan nuestras sociedades. La experiencia, la percepción y la noción del espacio está conectada a la cotidianidad porque es producida socialmente por las prácticas sociales; pensar en espacio es pensar en los sujetos que lo producen. Dirlik (2016) define la relación espacio-persona como una interdependencia simbiótica, ratificando aquello de que el diseño urbano es tanto una disciplina técnica y también política; por lo cual se hace fundamental tender un puente entre la práctica arquitectónica y las ciencias sociales para acceder a una lectura integral sobre los espacios públicos y la ciudad como productos de las dinámicas sociales. Un análisis integral, nos permitirá evidenciar como se organiza la ciudad y las relaciones de poder que la subyacen, permitiéndonos gestionar mejor el diseño de los espacios para evitar procesos de segregación y uso privilegiado del espacio público.
En Cuenca la población con mejores condiciones de vida está formando núcleos de segregación en la periferia y por otra parte agrupándolos en sectores específicos dotados de condiciones favorables en cuanto al espacio público. Sin embargo, de acuerdo al Índice de Condiciones de Vida (ICV), el grupo Po (población no carente) representa solo el 15% de las viviendas de la ciudad y el grupo Pc (población carente) el 85%, y son estos quienes en su mayoría no hacen parte de los procesos de decisión sobre políticas y proyectos para el incremento de calidad de vida desde una mirada socio-espacial (Orellana & Osorio, 2014).
Lefebvre advierte una problemática generada de la fragmentación existente en la producción de las realidades socio-espaciales, debido a una lectura reducida de la ciudad por parte de los planificadores y autoridades que responde únicamente a su dimensión arquitectónica. En Cuenca estamos atentos al resultado del plan de uso y gestión del suelo que la administración municipal ha suspendido, el mismo que deberá abordar estas complejidades, articulando las conexiones entre el contexto físico, vida diaria, relaciones sociales y los derechos colectivos de los diversos sectores que habitan la ciudad. En definitiva, priorizando el derecho a la Ciudad
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.