Vivimos en la era de la mediocridad global; la ramplonería, la idiotez camuflada, la viveza criolla aumenta, día a día, con la misma rapidez del Ómicron y el ruido de las redes sociales. El avivato goza de perfecta salud, gracias a la cantidad de inútiles que creen en sus maromas y se convierten en los títeres de sus negocios turbios. Es así como las editoriales promueven Festivales de poesía a los que acuden en masa los vates imaginarios, los cuales se dedican a beber y a disfrutar de los dineros del estado, sin que el Ministerio de Cultura y el de Salud (seguimos en pandemia, por supuesto) tomen cartas en el asunto. Igual sucede en los otros “encuentros, diálogos o conversatorios” que se dirigen a ciertos sectores de la población en los que el nivel académico es ínfimo. Si a ello agregamos las campañas políticas de elecciones, en ciertos centros universitarios, nos encontramos con un panorama desolador en el que prima el cinismo, el ataque al rival y la ausencia total de planes, organigramas y proyectos académicos.
¡Cuánta razón tiene el viudo de la gran Almudena Grandes! el poeta español Luis García Montero cuando afirma que, a través de los años, se habita “en un tiempo que ya no es tuyo, una luz que ya no te pertenece, cada vez más alejada no de la actualidad, sino de la manera en que se vive en la actualidad”
Efectivamente, la sensación de que el tiempo “es ancho y ajeno” se materializa minuto a minuto cuando las relecturas que hacemos a través de los jóvenes adanes (que creen saberlo todo) nos inducen al silencio puesto que la palabrería, en el vulgo, es una peste cotidiana.
No podemos convertirnos en viejos cascarrabias que miramos el pasado como algo insuperable, al contrario, el acervo que tenemos es motivo más que suficiente para la introspección y el diálogo en los foros adecuados. Es hora de la criba, tanto en los textos como en los pretextos. Los grandes maestros nos enseñaron a dilucidar antes de actuar; sin embargo, debemos seguir atentos a las nuevas miradas, sin olvidar que los discursos se sostienen en el tiempo.
Más allá de la política rural, folklórica y aberrante debe ser la academia, el ejemplo, la obra realizada o los afanes de seriedad en los jóvenes, lo que nos obligue a esperar con buenos ojos ciertos proyectos que deben ser apoyados desde el Estado, pues la cultura y las culturas son emergentes. Sin embargo, antes de patrocinar la corrupción en ciertos eventos culturales, es prioritario el aforo, la selección rigurosa intelectual del argumento y de aquellos que son invitados.
Una vez más acudimos al filósofo contemporáneo Alain Denealult, que califica a esta sociedad como la del “sándwich mixto” autor del ensayo “Mediocracia, cuando los mediocres llegan al poder” y analiza cómo las triviales aspiraciones que invaden la sociedad están provocando ciudadanos, cada vez, más idiotas. “La mediocracia nos anima de todas las maneras posibles a amodorrarnos antes que a pensar, a ver como inevitable lo que resulta inaceptable y como necesario lo repugnante”
Baste mirar las fotos en las redes sociales para alzar la voz y no dejar pasar como anécdotas repugnantes aquello que invade los centros universitarios y culturales o aquellos encuentros cantinflescos en los que la poesía es la única ausente.
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.