Los inicios de año son una mezcla de sentimientos, casi siempre tendientes a la esperanza, a que la nueva vuelta al Sol traerá mayores oportunidades, renovados bríos, caminos más llanos y sensaciones que sean una descarga de serotonina; sin embargo, el 2024 para todos los ecuatorianos empezó abruptamente, una pesadilla que otorgaba, a aquella isla de paz en plena línea equinoccial, un aura de sociedad narco estatal. No hubo persona en esta nación que no mire atónita el asalto a aquel canal de televisión y creo que la pregunta que se generalizó fue ¿quién es el responsable de dicha situación?
Como siempre, en estos casos, la vehemencia adquirió estelaridad y nuestra, ya, bipolarizada colectividad se lanzó a dar nombres, señalar y juzgar a uno y otro personaje que ocupó la silla presidencial. En mi caso detesto situarme en alguno de los espectros del panorama político, ya que me parece innecesario, porque, aunque podría definirme más de izquierda, sinceramente, considero que hay cosas positivas en la derecha. No obstante, en este campo de combate donde cada uno defendía, apasionadamente, a su caudillo favorito me puse a reflexionar y tratar de inferir el verdadero motivo tras esta cruenta realidad.
En dicho contexto, se volvió tendencia en Instagram una publicación denominada “Esto también es Ecuador” que tenía por objetivo compartir dicha frase acompañada de una imagen que muestre el rico patrimonio cultural y/o natural del país del Sol Recto; no pocos comenzaron a postear de forma sistemática esta combinación de escritura-fotografía para mostrar al mundo lo que es este estado sudamericano y que su condición de centro expendedor de drogas era algo secundario.
Sin embargo, después de una breve reflexión y como buen millenial que soy, con intención de incluirme en el cauce de aquella corriente mediática compartí esta frase, pero la fotografía que empleé nada tenía que ver con parajes o tradiciones. Eso sí, no puedo negar que el territorio donde nací está formado de bellos paisajes de montaña, mar y selva; ciudades con arquitectura monumental y otras de talante menos señorial; donde las costumbres son diversas desde la maribamba en la parte septentrional hasta el ritmo chaspishka en su zona más meridional. Pero existe un emblema oculto, uno que impregna nuestra identidad, que nos forja como sociedad, pero que se caracteriza por su significativa negatividad.
Así, para mostrarlo me decanté por una imagen que capturé en 2022 en el centro histórico quiteño justo a lado de la iglesia de la Compañía de Jesús, catalogada por la historiografía del arte iberoamericano, una de las joyas del barroco que se produjo en la América española y donde sus paredes, literalmente, están forradas en oro. La misma muestra una performance de un sujeto pintado de pies a cabeza de negro y atado con una cadena emulando ser un esclavo; esta captura tiene una particularidad, ya que al momento de hacerla dentro del recuadro aparecieron un par de indígenas, otavaleños, a juzgar por su vestimenta.
Decidí ilustrar de esta manera el mediático mensaje, ya que para mí refleja con fidelidad lo que es el Ecuador: un espacio geográfico multicultural, pero con una fuerte impronta neocolonial, la cual nos ha llegado a esclavizar. Hay que estar claros en el hecho de que vivimos en una nación la cual aún continúa replicando parámetros virreinales, en la que pertenecer a una determinada etnia posee ingente protagonismo en nuestro devenir, casi a modo de predestinación. Respecto a esto, la violencia y, por ende, la conformación de narco-estados tienen más asidero en sociedades desiguales, donde debido a la historicidad, la marginalidad de ciertos grupos se impone como la regla general. Sólo basta hacer un breve paneo para toparse casos semejantes y coincidencialmente, los dos más similares tienen gran parecido a este contexto ecuatorial: Colombia y México.
Por eso y respondiendo a la pregunta de en quién recae la culpabilidad de la situación que atravesamos, considero que la respuesta más plausible yace en NUESTRA IDIOSINCRASIA. El tema de la etnicidad es, aún, muy complejo, al punto que en un momento de confrontación justo cuando se obnubila la razón, inclusive se puede llegar a emplearlo a manera de vituperación. Esto demuestra que nuestras raíces están concebidas en base a una esencia compuesta de racismo y clasismo, volviéndose imperioso dejar atrás lo acaecido en el pasado, pero siempre aprendiendo de él.
De esta manera, se marcará la diferencia en el presente y la conciencia de clase predominará, y de seguro desde este sitial el cambio se comenzará a visualizar como una realidad; la historia de la humanidad se caracteriza por estar atravesada de procesos y para iniciarlos es importantísima la reflexión y en base a dicha cavilación, buscar estrategias que en el futuro se conviertan en acción y terminen por fraguar una mejor nación.
Humano curioso, observador y pensador innato. Amante de la historia, cultura y geografía. Licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Los Hemisferios (Quito); máster en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (Sevilla); especialista en Gestión de Museos y Centros Culturales por la Universidad del Azuay (Cuenca). Se dedica a la investigación de manera independiente y su área principal de indagación está centrada en la historia arquitectónica, social y cultural de la capital azuaya y sus alrededores.