La ciudad es como un lienzo sobre el que todos pintamos
Vivir la ciudad es un acto cognitivo que nos permite aprender a través de sus signos y símbolos; pero también reescribirla o transformarla creativamente. Habitarla, lleva implícito el derecho no solamente al espacio, sino también el ejercicio de apropiarnos de ella activamente. Los espacios públicos de las urbes son contingentes de la experiencia humana, generan encuentro, intercambio y aprendizajes prácticos, pero además son espacios de enunciación, de resignificación y muchas veces de resistencia y disputa. Estos lugares abiertos construyen no solo la imagen de la ciudad, sino, además, construyen la identidad cultural y la realidad social y política en razón de su población y sus instituciones. Como dice Purcell (2008) El espacio urbano es el escenario de la vida social, en él se desarrolla la experiencia individual y colectiva del ejercicio de habitar; la noción del espacio está conectada a la cotidianidad y las luchas político-sociales, es producido socialmente por las prácticas de la vida diaria.
La ciudad como producto de los habitares, es multifacética y multidimensional, en un constante proceso constituido y constituyente de la vida y la continua construcción de la identidad de quienes la habitan (Astudillo, 2016). La apropiación de un espacio, constituye en sí misma una propuesta alternativa a los habitantes urbanos de ‘apropiarse de su obra’: la ciudad…” (Lefebvre, 1976). Sin embargo, muchas veces estos espacios se diseñan desde una lógica que responde a intereses de un solo grupo, vulnerando el derecho a la ciudad de los demás sectores de la población. Mujeres, niños, ancianos, discapacitados forman parte de este sector, bajo la idea de que el espacio público es para el hombre y el privado para la mujer, las ciudades están diseñadas por y para el hombre. Harvey (2012) comenta que es en el espacio público en donde se cambia y reinventa la ciudad de acuerdo a sus deseos e intereses. Por tanto, en el espacio público vemos prácticas, interacciones sociales, que manifiestan ideologías androcentristas, patriarcales y que han tenido un alto alcance, llegando a ser naturalizadas por la sociedad. El uso y apropiación del espacio público es un intento por modificar las condiciones “actuales” de lo que ocurre dentro del espacio, en busca de equidad, justicia social que ha discriminado a muchos (Carrión & Dammert, 2019).
En Cuenca, los aportes y la lucha de las mujeres han sido permanentemente invisibilizadas, existen apenas tres monumentos en su honor: a la madre, a la chola cuencana y a Guadalupe Larriva, todos los demás monumentos son de hombres, muchos de ellos con oscuras facetas en su trayectoria. Ante esta ausencia, desde hace varios años en Cuenca, las organizaciones de mujeres han llevado a cabo una serie de acciones de recuperación de espacios públicos, acciones que nutren la memoria social como marchas, plantones, símbolos, carteles, murales, grafitis, performans, pegatinas, danza, música, foros, exposiciones, emprendimientos y la toma de los espacios públicos. Uno de los más representativas es la toma del puente Mariano Moreno, conocido popularmente como el puente de las escalinatas y hoy como puente “Vivas nos queremos”, simbolizando el rechazo a la violencia de género. Como dice Castells (1998), el espacio se constituye como expresión de identidad, de lo que yo soy, de lo que yo vivo, de lo que yo sé y de lo que organizo mi vida en torno a ello. Los registros alternativos que se han inscrito en los espacios públicos y colectivos como una manifestación o expresión social del movimiento de mujeres y sus diversas organizaciones, buscan superar el olvido, motivando la resistencia y la defensa de sus derechos colectivos. Resignificar estos espacios no solo fortalece la agencia social de las mujeres, además es usarlos a favor de la demanda, la denuncia y la difusión de los objetivos feministas.
Cuenca ha visto surgir entre sus muros voces que se han tomado y fortalecido la presencia de la lucha feminista ante una sociedad plagada de estereotipos. Las carreras de Sociología y Arquitectura de la Universidad de Cuenca desarrollan el proyecto de vinculación denominado “Resignificación y sensibilización del uso del espacio púbico desde una perspectiva de género”, cuyo propósito es inventariar los espacios recuperados para la expresión y resistencia de las mujeres, y también todos aquellos registros alternativos en las calles, plazas, pasajes, edificios públicos, ferias y zonas baldías, que se convirtieron en textos y contextos de las luchas de estos colectivos. Para Martínez (2014): Habitar es entonces, la realización de actos múltiples y yuxtapuestos: vivir, inventar, imaginar, madurar, crear el espacio cotidiano, codificarlo y descodificarlo, siguiendo pautas culturales diversas, en un ir y venir a la vez práctico, lúdico y simbólico, manifiesta además que, la apropiación del espacio público no puede ser reducida a un conjunto de prácticas realizadas en el aislamiento. La apropiación, como acto colectivo, se hace del espacio urbano un espacio social, y del tiempo un tiempo social, donde varias voces se unen con las consignas para expresar su resistencia contra una cultura que las invisibiliza la discrimina las acosa y las violenta. El agenciamiento social de las colectivas feministas va de la mano con la resignificación del espacio público pues en él se teje las principales actividades que construyen una conciencia de género que busca sensibilizar a la sociedad en general.
La recuperación del espacio público implica tomar conciencia y reflexionar como sujetos sobre la acción de habitar, de cómo vivimos y ocupamos la ciudad, es una acción transformadora, a partir del carácter reflexivo de saberse parte de la ciudad y de su cultura; es, además, una acción política de ocupación del espacio de enunciación tanto como identidad e ideología. Este ejercicio político y consciente de nuestro habitar, lo que Harvey define como Derecho a la Ciudad (Astudillo, A. 2016). Las ciudades como escenarios de la acción de los seres humanos, permiten desarrollar un proyecto de vida con sentido para sus habitantes, los que con sus acciones y sus actividades dan significado a los espacios, en el marco de una ética, pero también de una estética. Quién habita, construye su hábitat y se construye a sí mismo (Echeverría, 2011); por lo tanto, el habitar puede ser visto como posibilidad de expresión. El espacio público es parte de las interacciones sociales, con su correspondientes mensajes enviados y recibidos. Recuperar los espacios y resignificarlos resulta un ejercicio consciente de hacer política a través de una estrategia cognitiva y simbólica, transformando el lugar a través de la expresión, el arte, la consigna. “La ciudad concentra la creatividad y da lugar a los más altos productos de la acción humana, en la ciudad se expresa la sociedad en su conjunto, tanto las relaciones de producción que constituyen la base económica, como la superestructura; la ciudad proyecta sobre el terreno a la totalidad social; es económica pero también es cultural, institucional, ética, valorativa, etc.” (Lefebvre ,1976).
A partir de esto, se puede entender como los espacios y la morfología de la ciudad no son solo un escenario del accionar de los ciudadanos, sino por el contrario están llenos de significado histórico, social y emocional por lo tanto se convierten en lugares políticos constitutivos de la identidad cultural de la ciudad (Astudillo, 2016). La interacción social que se genera al utilizar un espacio, le otorga significado a ese espacio. Si intervenimos en un espacio produciendo cambios, lograremos resignificarlo. Así, los espacios recuperados nos proveen de símbolos y significados relevantes para la construcción de las identidades, las experiencias de vida y las aspiraciones colectivas. Cada ciudad construye su imagen y sus habitantes la interiorizan casi inconscientemente. En este sentido, cada espacio público es un lugar abierto y significante, representa una realidad social y política que responde a la trama de intereses de su población y sus instituciones.
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.