Aunque no lo identifiquemos con exactitud, muchas veces a lo largo de nuestras vidas nos habremos encontrado “cara a cara” con una epifanía, esa revelación que nos inquieta, nos lleva al pasado, nos proyecta al futuro o todas esas cosas a la vez, poniendo de manifiesto o descubriendo con seguridad un asunto importante.
Me encontré con el término –de uso poco común, por lo menos entre nosotros- en el prólogo del libro de cuentos de Fernando Iwasaki “el cóndor de Père-Lachaise”, la suya –la epifanía- se relacionó con el escudo del Ecuador, que lo encontró en la verja de una tumba en el cementerio de París, cuya denominación usa en el título de su libro, al verlo –dice-, recordó esa misma imagen en un monedero que su abuela guayaquileña le había obsequiado cuando tenía 8 años de edad, recomendándole que lo guardara y recordara siempre ese escudo.
La tumba en la que vio grabada la misma imagen del monedero, pertenece a un joven ecuatoriano que apenas había cumplido 16 años de edad -Juan Martín de Ycaza-. Dice Iwasaki que “aunque los padres de Juan Martín acudieron a los artistas y arquitectos parisinos más prestigiosos de su tiempo, el mausoleo de su niño ha envejecido y languidece en el olvido, a pesar de los bronces finos, los preciosos vitrales y los hierros forjados. Juan Martín murió como un señorito, pero cien años después se ha convertido en un proletario más entre las tumbas sin flores de Père-Lachaise”.
Leí hace pocos días el libro de Iwasaki y la revelación que se produjo al encontrarme con el prólogo, me llevó a recordar la importancia de los símbolos, esos que nos transportan a momentos, lugares o la compañía de personas trascendentales en nuestras vidas –ahora mismo me vienen a la memoria los signos grabados en un anillo que mi abuelo Pancho usó durante toda su vida, al menos desde que yo lo conocí-.
Los símbolos pueden vencer los avatares del tiempo; aquellos materiales, necesitan ser cuidados y conservados, esa tarea requiere de personas comprometidas como Lourdes Abad, cuya labor ha sido reconocida con ocasión de cumplirse 23 años de la declaratoria de Cuenca como Patrimonio Cultural de la Humanidad, profesionales como ella han custodiado, conservado y restaurado parte del Patrimonio que no es sólo de Cuenca del Ecuador sino del mundo entero, contando para ello -como ella misma ha dicho-, con el trabajo de sus colegas, los propietarios, albañiles y más trabajadores que han contribuido al rescate de construcciones que son también monumentos que albergan historias, símbolos, energías, en resumen, vida.
Es importante aplaudir y valorar en su justa medida la labor tesonera de los trabajadores comprometidos con la cultura, el arte, la historia, el patrimonio material e inmaterial que nos identifica, pues gracias a sus esfuerzos, que muchas veces implican intensas y largas jornadas de lucha para conseguir recursos, podemos disfrutar de la antigua y eterna belleza de la arquitectura, la pintura, escultura, trabajo textil, y tantas otras manifestaciones del arte y la producción humana.
El trabajo de restauradores y conservadores del patrimonio y el arte, evita que las obras envejezcan y languidezcan en el olvido como ha pasado con esa tumba en el cementerio de Paris, o peor aún se destruyan y desaparezcan; esa labor y sus artífices, merecen nuestro reconocimiento y gratitud, así como la de los gestores culturales, curadores, artistas, arquitectos, escritores, pues a través de todos ellos podemos transitar por el pasado, maravillarnos con la belleza de la creación humana, reconocer su influencia en el presente y así dimensionar lo que nos corresponde hacer como individuos y comunidad.
Cuenca tiene mucho que mostrar de su patrimonio, pero también mucho que preservar y rescatar, felicitaciones a Lourdes Abad por la presea “Cuenca Patrimonio Cultural de la Humanidad”, a las religiosas Oblatas de los Corazones Santísimos de Jesús y María, que regentan el Complejo Patrimonial de Todos Santos; y, a través de ellas a todos quienes trabajan por mantener la belleza y la historia de ciudad.
Imagen tomada de: https://www.pinterest.com/pin/408420259961770988/
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.