En los días que corren, creo que no es exagerado y casi que se puede afirmar como una verdad sin lugar a discusión, que el tiempo pasado fue mejor.
Como no añorar los días en que se podía caminar -de día y de noche-, sin temor por las calles de la ciudad, cuando disfrutábamos de la vida en comunidad, de la vecindad, el vecindario y de la urbe en general.
En Cuenca, se debía tener precaución al salir a la calle en Carnaval y Corpus Cristi.
Lo explico.
En Carnaval -aunque con más precisión hay que decir, se debía andar con precaución desde finales de diciembre hasta el Miércoles de Ceniza-, el peligro al que estábamos expuestas –así en femenino, porque el ataque estaba dirigido sobre todo a las mujeres- era ser alcanzadas en el trayecto, por uno o varios bombazos, me refiero a las bombas de carnaval por cierto.
La otra época “peligrosa” era la de Corpus Cristi, en esta el peligro estaba en “los piropos”. Para quienes no son cuencanos y para todos los menores de 30, es necesario explicar que los piropos a los que hago referencia no son frases bonitas, ni cumplidos, sino unos elementos pequeños elaborados de papel enrollado que eran lanzados con pallqa (quechua) o resortera -elaborada manualmente con alambre recubierto y resorte-, se enlazaba el piropo en el resorte de la pallqa y se apuntaba a las piernas o las nalgas, si se daba en el blanco el dolor era intenso y los moretones que se hacían recordaban a la víctima el acontecimiento por varios días.
En los dos casos señalados se podía prevenir el ataque: el bombazo podía evitarse caminando junto a una persona mayor, el piropazo de la misma manera o utilizando un grueso y largo poncho que servía como coraza y escudo.
Como se apreciará, no existían peligros mayores, claro que había delincuencia, pero no de las proporciones actuales, los niños y niñas podíamos y podían jugar en los parques hasta altas horas de la noche, caminar sin compañía para ir a la escuela o regresar a sus casas. Adolescentes iban y volvían de sus colegios, los universitarios lo propio, así mismo quienes iban y venían de sus trabajos, al mercado, la tienda, la iglesia, el cine, de visita donde pariente o amigos, etc., en el día y en la noche sin preocupaciones
La ciudad y las ciudades en general eran más pequeñas y manejables podrán pensar, y la respuesta es sí, pero ¿cómo hemos llegado al estado en el que estamos?, en el artículo anterior decía que la realidad de violencia e inseguridad, no se sucede por generación espontánea, la delincuencia que campea a sus anchas, se fue instalando sin que las autoridades a cargo de la seguridad y el uso legítimo de la fuerza hayan hecho nada para impedirlo y siguen sin hacer nada para remediarlo, para cuidarnos como es su obligación.
El peligro ya no son los bombazos en las vísperas o en el carnaval, o los piropos en las celebraciones del Corpus, son los asesinatos, extorsiones, secuestros, feminicidios, mafias del narcotráfico, corrupción a todo nivel.
No pretendo trivializar con la comparación. Me parece válido recordar de dónde venimos, provocar una sonrisa, relajarnos un poco, justipreciar lo que hemos perdido.
Los tiempos cambian, el mundo “evoluciona”, lo hemos oído y lo hemos vivido, pero no todo lo que hoy tenemos es bueno, ni ha mejorado nuestra calidad de vida. Frente a lo mencionado qué duda cabe, que el tiempo pasado fue mejor.
No se me ocurre pensar que podemos desandar el camino, pero quizá sí recuperar los espacios, la calma, la sensación de seguridad, tan necesarias para una buena vida. Debemos hacer nuestra parte; y, desde todos los espacios, exigir respuesta y acción de las autoridades.
Dijo el poeta José Hierro:
Un instante vacío / de acción puede poblarse solamente / de nostalgia o de vino. / Hay quien lo llena de palabras vivas, / de poesía (acción / de espectros, vino con remordimiento). / Cuando la vida se detiene, / se escribe lo pasado o lo imposible / para que los demás vivan aquello / que ya vivió (o que no vivió el poeta). / Él no puede dar vino, / nostalgia a los demás: sólo palabras. / Si les pudiese dar acción…
Portada: imagen tomada de https://wradio.com.mx/
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.