Cuenca es sinónimo de historia y expresiones artísticas, aseveración que se patentiza en el hecho de que su centro histórico ostenta el título de patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO desde 1999. Esto le ha valido posicionarse como una ciudad de gran interés a nivel nacional y, por ende, recibir una ingente cantidad de turistas. La mayoría de estos visitantes se sorprenden al recorrer su bien preservado casco antiguo, en donde los templos religiosos y algunas construcciones civiles son la nota más destacada.
Sin embargo, hay ciertos elementos que por sí solos se pueden catalogar como un acervo de gran importancia y debido a que, prácticamente, son invisibles desde el nivel de la acera, esto ha generado que pasen desapercibidos y no se reflexione y conciencie rededor de ellos; en este contexto, sobresalen los latones, pinturas murales y tejas, que, sin duda, son testimonio tangible del rico acervo cultural cuencano.
Por ejemplo, haciendo un rápido paneo por distintas urbes ecuatorianas, pocas han sabido preservar los falsos frescos a diferencia de Cuenca, donde es común observar viviendas que en sus paredes poseen composiciones pictóricas que reflejan la habilidad de sus habitantes y delatan una práctica muy extendida, que se ha vuelto parte de su idiosincrasia. En este mismo sentido, los latones que decoran muchos inmuebles vienen a ser testimonio material de un momento histórico y de un paradigma relacionado con el despunte económico de la capital azuaya y el interés por emular, al momento de decorar, patrones estilísticos europeos.
Sin embargo, en la presente nota se ha decantado por dar toda la estelaridad a la teja; ese elemento que estamos muy acostumbrados a visualizar, pero que, con seguridad, somos ajenos a la importancia que reviste. Su llegada se vincula con la conquista española, de hecho, en una de las promulgas primigenias de la ciudad se estableció el Tejar del Rey, justamente, para elaborarlas. Es interesante notar, como su particular tonalidad le otorga una cromática terracota a la urbe, con la que muchos la identifican.
Antaño, era común visualizar una presencia significativa de artífices dedicados a la elaboración de este tradicional componente; sin embargo, la modernidad y sus avatares ha desembocado en que la producción de teja sintética cobre protagonismo, lo que ha menoscabado su manufactura artesanal y que la sapiencia en torno a su elaboración, de manera paulatina, vaya perdiéndose. Es importante destacar que dicho saber era trasmitido de generación en generación, pero la falta de interés que incrementa, exponencialmente, con el pasar del tiempo, ha mermado, de forma considerable, los tejeros y al día de hoy, son pocos los agenciosos artesanos interesados en trasmitir este patrimonio intangible.
Esto, sin duda, enfatiza en que la contemporaneidad se ha convertido en terreno fértil para que lo prefabricado y sintético sea considerado como de más utilidad. Además, los oficios tradicionales son visualizados con algo de desaire y se los cataloga como un conocimiento primitivo y, por ende, carecen de concomitancia con la cosmovisión actual, donde prima la cognición académica, al punto que los saberes ancestrales son vistos de manera peyorativa.
Hechas estas precisiones considero imprescindible buscar herramientas para generar un cambio de paradigma en torno de los oficios tradicionales, por tanto, una revisitación rededor de ellos, que propenda a analizarlos y deshilvanar sus ventajas, fomentaría que adquieran la valía que realmente poseen, de forma que las nuevas generaciones se interesen por ellos y no los miren como inferiores, apropiándose de ese conocimiento para que no muera y pueda perdurar en el tiempo.
Finalmente, e interesado en rendir una suerte de homenaje a este tradicional elemento he compuesto una pequeña poesía, donde se entrelazan varios particulares partiendo desde sus orígenes, continuando con la concepción que posee desde la noción contemporánea y finalizando con los beneficios que encierra, desde la dimensión ecológica, y que le posiciona como un patrimonio material e inmaterial que apela a la sostenibilidad.
Teja posees mucha belleza
a pesar de tanta simpleza.
Tu marrón que quita la desazón
y alude a tu constitución
de puro barro vernáculo,
que logra fundirse al globo terráqueo.
Tus cualidades pasan desapercibidas
por muchas esferas eruditas,
que te condenan con desdén
como si fueras un rancio andén,
que no permite el adelanto
calificándote de objeto muy basto.
Tus orígenes yacen un tanto inciertos
al igual que el de muchos desiertos,
aunque afirman que próximos al Levante son,
desde tu arribo a los Andes eres su blasón.
Teja que emulas dureza
en realidad, eres pura fiereza,
contra la lluvia y el sol ecuatorial
que se resumen en el adjetivo colosal.
Humano curioso, observador y pensador innato. Amante de la historia, cultura y geografía. Licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Los Hemisferios (Quito); máster en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (Sevilla); especialista en Gestión de Museos y Centros Culturales por la Universidad del Azuay (Cuenca). Se dedica a la investigación de manera independiente y su área principal de indagación está centrada en la historia arquitectónica, social y cultural de la capital azuaya y sus alrededores.