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Uno, dos, tres… Cuando Guillermo Lasso anunció a su compañero de fórmula para las elecciones presidenciales de 2021, muchos periodistas tuvieron que escarbar en sus fuentes cercanas a la política para conocer un poco más de Alfredo Borrero. No mucho se podía decir sobre el candidato a vicepresidente de la república: médico, cuencano, relacionado al mundo de la academia y poco más.
La estrategia detrás de esta elección parecía clara. Se buscaba alguien que no tuviera una experiencia política previa, con todo el bagaje y la imagen colectiva creada que ello implica, que podría terminar afectando la campaña de Lasso. Quizá aprendieron una lección tras candidatear a Andrés Paéz en la elección anterior; es factible pensar que CREO quería poner en la vicepresidencia a alguien que no robara los reflectores y los medios a Lasso y cuya imagen pública no fuese polémica y que despertara animosidades.
Desde el primer día Borrero cumplió a cabalidad el rol que seguramente los asesores le asignaron. Fiel escudero de Lasso, lo acompañaba con una sonrisa para las fotos, no acaparaba el micrófono y mantenía el perfil bajo. Sin embargo, ese silencio y ese rol secundario terminaron posicionando a Borrero en una posición cómoda para él, pero peligrosa frente a la opinión pública; Borrero estaba jugando a las escondidas con la opinión pública.
Cuatro, cinco, seis… Esta posición escondida del ahora vicepresidente fue evidente durante la recta final de la campaña de segunda vuelta y ya despertó malestar en algunos sectores de la población. En medio del escándalo de la distribución de las vacunas por parte del gobierno de Lenin Moreno, se filtró que el hijo de Borrero se había vacunado a pesar de que su orden de prioridad era, cuanto menos, cuestionable.
Más allá de si el hijo de Borrero merecía o no vacunarse, las ópticas del escándalo fueron poco favorables para la campaña de CREO. A ello no ayudó que, cuando al candidato a vicepresidente los medios lo buscaron por primera vez con insistencia, Borrero mostró cero media training, no supo manejar a los periodistas y tuvo que ser llevada lejos de las cámaras por una preocupada asesora.
Borrero estaba muy cómodo en su posición escondida, pero cuando le tocó hacer una declaración pública porque las agendas mediáticas y ciudadanas así lo exigían, se paralizó.
El escándalo de la vacunación del hijo de Borrero demostró no ser un impedimento para que el binomio de CREO llegase a Carondelet, pero los problemas del silencio de Borrero recién estaban empezando.
Dice mucho de la gestión de un funcionario público que casi no se hable de su trabajo y que los medios y la ciudadanía se centren en hablar sobre su nuera supermodelo, su hijo mogul de la tecnología o la boda de la década. Para un fin de semana de chisme hasta es comprensible que las personas hablen sobre ese tema, pero han pasado ocho meses de trabajo, ¿no se puede hablar sobre qué ha hecho Borrero?
Siete, ocho, nueve… Algunos podrían argumentar que esa estrategia comunicativa le está dando resultado al vicepresidente, pues evita el escrutinio público y el descontento de un sector de la población que siempre va a criticar el accionar del gobierno. Sin embargo, a esa afirmación se le puede rebatir con, por lo menos, dos argumentos.
El primero es que no es cierto que la famosa boda, un tema que en última instancia es banal e intrascendente para millones de ecuatorianos, estuviese libre de escándalo y debate público. Cuando la organizadora del evento pidió asegurarse de que la Plaza de San Francisco estuviese libre de personas sin hogar y mendigos, inmediatamente politizó un matrimonio. Es cierto que seguramente Borrero no tuvo nada que ver con esa petición, pero su imagen se vio involucrada y el vicepresidente volvió a jugar a las escondidas con los medios y la opinión pública. En el programa de chismes En Corto apareció feliz; pero, por lo demás, silencio sepulcral.
El segundo argumento para debatir en este frente es que cuando uno es funcionario público, llega un momento que el esconderse de la opinión pasa factura, lastima la imagen y afecta la credibilidad. El silencio puede hasta funcionar cuando se es candidato, pero cuando ya se ejerce un cargo llega un momento en que se debe hacer declaraciones y conversar con la ciudadanía. Hay sectores de la sociedad que ya se están cansando con el juego de las escondidas del vicepresidente, especialmente cuando no hay respuestas a tareas entregadas específicamente a él como la falta de abastecimiento de medicinas en los hospitales.
Diez… Listos o no, ¡aquí voy!
Comunicador Social graduado por la Universidad del Azuay en el año 2020; apasionado desde pequeño por el periodismo, la política y las temáticas sociales. Orgullosamente latino, ha tenido la oportunidad de vivir en países como Brasil y Chile, además de su natal Ecuador. Inquisitivo y crítico, gusta de hacer trabajo periodístico que combina la fotografía y la escritura.