El timbre de la escuela ha dejado de sonar, un silencio sepulcral recorre los patios, las aulas, los pupitres llenos de polvo de un año de pandemia. En el parque, una madre se ha sentado en el suelo y enseña su celular al niño para que “asista” a la clase… le duele el brazo, sin embargo, debe continuar en esa posición. En el campo, muchos se dan por vencidos y sus hijos han regresado a las labores agrícolas mientras, los menos, resultan favorecidos con el aprendizaje; y es que la pandemia ha agravado las diferencias económicas y sociales. Al lado opuesto los profesores se sienten impotentes y miran la pantalla e intentan pescar un resquicio de aquello que significó el contacto visual, la palmada en el hombro, las felicitaciones y las despedidas. El cierre de las escuelas en todo el mundo ha perjudicado al 89.4% de la población estudiantil, según la UNESCO (informe proporcionado hace exactamente un año).
Similares situaciones sufren las universidades en todo el planeta, constituyéndose en un hecho histórico sin precedentes. El hogar se ha visto afectado económicamente, además de que la violencia intrafamiliar ha aumentado de una forma desproporcionada; en la mayoría de los casos, las fotografías que circulan en las redes sociales son de jóvenes y niños (léase niñas, ídem) que huyen de sus casas. Para centrarnos en el tema de la educación en pandemia, vamos a intentar algunas reflexiones sobre sus ventajas y desventajas.
La supervisión de padres y hermanos mayores, los cuales se han visto obligados a refrescar sus conocimientos o iniciarse en algunos, significa un pequeño margen que podemos señalar como beneficioso, además de que, en contados casos, se cuenta con un espacio mayor que el del pupitre de la escuela. El cumplimiento de los deberes a nivel individual, es otro punto válido puesto que la responsabilidad del alumno es incrementada y se evita el acoso escolar. En definitiva, se aumenta el valor de familia y se conserva un parámetro muy cercano en torno a la calidad de la enseñanza que recibe el estudiante.
Por otro lado, las desventajas son mucho mayores. En primer lugar, señalamos el aislamiento, puesto que el joven pierde sus destrezas sociales, no cuenta con sus amigos y si a ello sumamos una precaria situación económica y familiar, tenemos un panorama desolador.
La ausencia de supervisión directa por parte del profesor y su consecuencia en el “copia y pega” del alumnado en internet; además del chat y las distracciones consiguientes.
Los limitantes en cuanto al ejercicio físico y un estado de narcolepsia permanente, frente a la computadora.
Definitivamente estas reflexiones no intentan nada más que un mínimo acercamiento a la educación virtual que actualmente obliga a la sociedad, en general, a un mutismo permanente. Un estudio profundo es importante y urgente puesto que los niños de la pandemia están siendo marcados con una huella indeleble; el desafío de esta crisis está en desandar lo caminado en el tema de individualidades y priorizar lo colectivo.
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.