En los momentos actuales es ilustrativo revisar el Diálogo El Político, Platón (427-347 a.C. ) para examinar la figura del político, concebido curiosamente como “buen pastor”, en tanto su función y ámbito dentro del conjunto organizado de la polis griega. El político poseedor de la téchne o del arte de hacer bien algo, es quién posee el conocimiento verdadero, crítico, es capaz de discernir y juzgar de modo correcto, y por lo tanto, puede y debe procurar therapeia o cuidado experto a los ciudadanos a quienes gobierna y de la polis en su conjunto.
La política como ciencia teórica tiene un estadio epistemológico superior a las ciencias prácticas que tiene que ver, sobre todo con la producción manual. La política como ciencia directora y autodirectora tiene necesariamente que basarse en un conocimiento, en una episteme que posee plenamente y se conduce hacia una meta determinada por éste mismo conocimiento, a saber, cuidar el alma de los ciudadanos haciéndolos cada vez mejores en la justicia y moderación, procurando su salud en vista a la consecución del Estado perfecto.
En primera instancia, la política es definida como “el arte de apacentar al hombre”. La política es pues una especie de arte pastoral y tiene a su cuidado rebaños humanos o la colectividad que es la polis. Quién posee el conocimiento absolutamente verdadero es el político, real o el pastor del rebaño que funge como terapeuta, es decir, como experto y conocedor de aquello que conviene al bien de la colectividad, y que, aplicando adecuadamente sus conocimientos, puede administrar adecuadamente sus procedimientos terapéuticos, de tal modo que, puede mejorar la condición de los ciudadanos haciéndolos mejores moralmente.
El político, como guía, como terapeuta de la polis, se encuentra en coordinación con otras artes que compete en mayor o menor medida la dirección de la polis y el cuidado del rebaño humano. Sin embargo, el arte político real difiere notablemente de otras artes, siendo el arte político el mayor y el más completo, por ello es un arte director y autodirector y está llamado al mando; conoce el bien absolutamente y su conocimiento es incorregible. La política auténtica es capaz de producir cambios y modificaciones significativas, acorde a la naturaleza de los objetos y de su terapia. Tiende al bien, a la armonía y equilibrio de lo que cuida y no puede ser de otra manera, pues posee el conocimiento. Su mejor instrumento es la educación ciudadana en los verdaderos valores morales.
Estas son características que debería poseer el verdadero gobernante y actuar acorde al conocimiento de los valores morales, los que pueden y deben ser conocidos desde la filosofía dado que ella procura el conocimiento del bien y la justicia y por ello es capaz de guiar la conducta política, otorgando el conocimiento de cómo se debe gobernar.
Así, para Platón, el verdadero terapeuta es el filósofo que actúa como político, así también los procedimientos terapéuticos provienen de la filosofía por ser un saber total.
El filósofo gobernante posee el conocimiento del bien, y éste es un conocimiento imperativo, quién no lo posee, no es un político ni un terapeuta auténtico; por lo tanto, será un pseudopolítico carente de téchne, de episteme o ciencia y conocimiento por lo que podría causar graves daños a la polis, dado que no sabe lo que le conviene verdaderamente.
El político deberá, además, dominar el arte de la política, tendrá conocimientos de cómo gobernar a los hombres. Poseerá y conocerá los valores morales de lo bueno, lo bello y lo justo, valores que son correlativos, lo que le permitirá en cada caso, saber con certeza qué es lo que debe hacer en la polis. Así también sabrá como realizar estos mismos valores en la polis. Deberá además saber, en su justa medida, lo que le conviene a cada uno de los miembros de la polis; saber siempre lo que es oportuno y necesario y obrar en consecuencia. Su meta es el cuidado y la curación del alma de los gobernados, es decir, cuidar de la salud moral de los ciudadanos.
La polis requiere necesariamente de un guía conocedor de los asuntos de la polis, capaz de brindar la terapia adecuada a sus necesidades y facilite la vida humana en orden al bien común. La polis conducida por falsos políticos se sume en un caos profundo, producto sobre todo de la ignorancia, pues quien ignora, no puede producir el bien y por consecuencia, no puede obrar correctamente,
Existen diferencias entre el arte de cuidar la polis de otras artes que pretenden adjudicarse este cuidado. Platón hace uso del paradigma del arte de tejer, que funge como coordinadora principal frente a las artes de zurcir, de batanar, etc. que también tiene a cargo el cuidado del vestido, y aquella que fabrican los instrumentos para llevar a cabo el tejido. Etas son cooperadoras en la producción, auxiliares. Ambas tienen por objetivo común la fabricación total y armoniosa del vestido.
Del mismo modo, el gobernante dentro de la polis guarda relación con otras artes que le son afines al cuidado de la polis. Así aquellas artes que fabrican instrumentos materiales necesarios para el sostenimiento de la polis, tanto de producción, defensa, entretenimiento, alimentación, etc. Todas ellas requieren de un conocimiento específico, estas son servidoras de la polis.
Las artes que por su función se encuentran más cercanas al ate real político, son la estrategia, la administración de la justicia y un tipo especial de retórica. También son artes cooperadoras, pero no son el arte político por excelencia. La política rige todas estas artes y cuida de los asuntos de la polis en perfecta armonía y con extrema exactitud.
¿Cuál es entonces el régimen correcto en el gobierno de la Polis? Existen formas de gobierno o regímenes políticos que quieren adjudicarse el verdadero arte terapéutico de la real política, como la Monarquía dividida en tiranía y realeza; la soberanía de unos pocos dividida en Aristocracia y Oligarquía. La Democracia o gobierno de muchos puede producirse por medio de la fuerza o por voluntad de sus miembros.
En realidad, según Platón, son malas imitaciones del arte político real, por tanto, se trata de falsos procedimientos y falsas terapias carentes de todo arte y de todo conocimiento, incapaces por tanto de velar por la polis, causando serios daños que condicionan la realización de las actividades de las leyes escritas y de las costumbres. No poseen conocimientos verdaderos de cómo gobernar, no sabe lo que conviene al bien de la polis. Destruye y desunifica. Ignora los verederos valores morales. Desconoce el real arte político, pero cree poseerlo absolutamente. Son solo imitaciones del arte real.
El verdadero y real gobierno solo puede ser aquel que posea conocimiento y esta es la condición por excelencia, por ello se constituye como “epistemocracia”. Para Platón el conocimiento verdadero es infalible y, por lo tanto, solo puede ser conducido por el gobierno del filósofo-Rey quien será capaz, usando conocimientos, elevar a la polis de un estado inferior a otro superior, de la enfermedad moral a la salud. Si posee el verdadero conocimiento entonces, puede gobernar con el consentimiento o no de los súbditos, siendo pobre o rico, ejecutando leyes escritas o no, puesto que la episteme es siempre rigurosamente impuesta por ser absolutamente verdadera.
El gobernante no puede sujetarse a las leyes y tradiciones, sino que son las leyes y las tradiciones las que deben ajustarse a las necesidades cambiantes de la polis, puesto que las leyes no abarcan el ideal de justicia para todos; no son principios absolutos para todo tiempo y lugar, no son las normas más justas; no prescribe a cada quién lo que le conviene, es estereotipada; puede fallar, es un conocimiento corregible y no puede prever.
El gobernante no puede ejercer su mando dictando ordenes a todos por igual dado que no podría procurar a cada quién lo que le conviene, Deberá seguir el bien de la mayoría y podrá establecer leyes o no, ya que el conocimiento del filósofo-Rey es siempre superior a la ley, que no es otra cosa más, que un instrumento para la ejecución del bien.
El criterio de la recta administración deberá ser el obrar siempre en beneficio de los que cuida, conforme a lo cual se dictan leyes. La tarea del político es brindar adecuada terapia. Como terapeuta el político debe: ejercer con pericia su mando. Su terapia debe ser ejecutada con arte y con conocimiento. La terapia debe curar lo que se encuentra enfermo o fuera del orden natural de la justicia y del bien, procurando salvarlos. La terapia debe ser guiada según su arte y no según normas y leyes escritas que no obedecen a las verdaderas necesidades y condiciones del individuo en la polis.
Educar a la polis en la verdad y en el bien es la esencia misma de la vida sana en comunidad. Así el verdadero político es el verdadero terapeuta, por su experiencia y conocimiento puede prever, cambiar, modificar sus procedimientos según criterios verdaderos, puede dirigir con virtud y justicia. La orientación justa de la vida ciudadana requiere conocimiento de la vida humana misma acorde al orden del mundo.
Los ciudadanos deberán ser educados según el orden que provee el tejido entre la trama y la urdimbre, uniforme y armonioso, según los verdaderos valores de lo bueno, bello y justo. Nadie es bueno sin ser justo y bello moralmente, ni se es justo sin ser bueno y bello. Empero, quién se muestra incapaz de ejercer la virtud, no posee una buena naturaleza por ignorancia o vicio moral o por tendencia, no puede ser aceptado por el arte real político, pues no pueden ser sujetos de terapia al no ser proclives al conocimiento. Es lícito, por tanto, según Platón, someterlos al destierro o incluso condenarlos a muerte. Solo los valientes y moderados tienden a ser educados en el bien y ser asimilados por el real arte de la política.
La educación es la encargada de conducir hacia los valores morales a los ciudadanos, pues en verdad, la educación es el fundamento de la salud de la comunidad. Quién se acoge a esta verdad, modifica su condición a la moderación, al justo medio Educados según este arte real, alcanzan de hecho su salud y felicidad. El Estado perfecto y la excelencia moral, son el producto de la acción política correcta.
Máster en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en Estudios Culturales por la Universidad del Azuay. Licenciada en Filosofía, Sociología y Economía por la Universidad de Cuenca. Ha ocupado altos cargos académicos en la Universidad de Cuenca como la Dirección de Posgrado, del Departamento de Humanidades de la Facultad de Filosofía, de la Junta Académica de la Carrera de Filosofía, fue profesora e investigadora de la Facultad de Filosofía; fue miembro del Consejo Académico de la Universidad. Actúo también como Directora de la Delegación Provincial Electoral del Azuay. Miembro del Colectivo Cuenca Ciudad para Vivir. Competencias académicas, ética, estética, filosofía de la cultura.