Hace pocos días, Cuenca festejó su nombramiento como Ciudad Mundial de la Artesanía, por parte del World Crafts Council (WCC). Este reconocimiento internacional se suma a otros que ya tenía la ciudad: su Centro Histórico como Patrimonio Mundial (1999), el Tejido del Sombrero de Paja Toquilla en la Lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad (2012), el Macizo del Cajas como Reserva de la Biósfera (2013)¸ la Plazoleta de las Flores como mejor mercado de flores al aire libre en el mundo (2014), sumado a varios reconocimientos vinculados al turismo e, incluso, como destino de residencia para jubilados extranjeros.
Desde el respeto y el afecto que siento por el sector artesanal, no puedo dejar de congratularme por este reconocimiento que, en inicio, debería beneficiar a los artesanos artífices; sin embargo, a la par, me pregunto también ¿Qué viene después?
En los últimos años, hemos presenciado una carrera de las ciudades por títulos y declaratorias que, lamentablemente, una vez se obtienen, no trascienden la foto y los titulares. Son reconocimientos que los celebramos y nos enorgullecen, pero que también, muchas veces, se convierten en estrategias de propaganda que retocan la ausencia de políticas públicas y, lo que es peor, sin beneficio de inventario sobre los impactos en los tejidos sociales.
El caso de las artesanías tiene la particularidad de que, en el ámbito urbano, en gran parte, los artesanos se mantienen en su oficio en la medida en que sus productos son apetecidos en el mercado. En ese sentido, este título obtenido por la ciudad tiene su peculiaridad, pudiendo ser una herramienta importante para colocar a la ciudad en el mapa de destinos turísticos del mundo -por tanto, del mercado- y, quizá, incrementar el monto de ventas de los artesanos, a más de aportar en la valoración de su oficio; sin que ello deje de ser problemático, debido a los efectos reales que produce ese marketing de las ciudades.
Ahora bien, reconociendo la particularidad que podrían tener las artesanías en esta fiebre de títulos y reconocimientos de las ciudades, y pasados los cohetes y los castillos, lo que deberíamos preguntarnos es ¿cuáles son las políticas públicas locales a favor de las artesanías? ¿cuáles son los planes y programas? y, sobre todo, ¿cuáles son los presupuestos para la concreción de los mismos?
Asumir con responsabilidad el título recibido, llama a generar estrategias que posibiliten que los artesanos se puedan mantener en sus oficios con dignidad. Es preciso visibilizar las situaciones de vulnerabilidad, muchas de ellas enraizadas en las estructuras socio económicas históricas de nuestros países y su pasado colonial.
La problemática del sector artesanal es compleja y de múltiples escalas. Por citar tan solo algunos de los aspectos: hasta hoy las artesanías deben hacer frente a la producción seriada de la industria, que se presenta con ventajas competitivas en términos de precios. A lo anterior, se suman otros factores, como las dificultades en el acceso a los materiales e insumos; así, existen zonas donde el cambio en el uso del suelo ha llevado a la desaparición de las materias primas o a su encarecimiento, por lo que temas como el control del uso del suelo están directamente vinculados con la salvaguardia de los oficios artesanales.
Es fundamental, igualmente, generar mecanismos que lleven a la sociedad a apreciar el trabajo artesanal y a incrementar la disposición al consumo y también al pago. Crear conciencia sobre el trabajo del artesano, llevaría a que el consumidor realice el correcto balance entre el valor y el precio de los productos artesanales. Igualmente, es necesaria la promoción y robustecimiento de los gremios y asociaciones artesanales. Y, sobre todo, el fortalecimiento de los procesos de trasmisión de saberes.
Este nuevo reconocimiento que ha recibido la ciudad, debería situar sobre la mesa algunos retos, entre otros: ¿Cómo evitar los procesos de gentrificación que expulsan usos y vecinos de los barrios y con ello, también, a los oficios artesanales? ¿Cómo garantizar los recursos para que entidades como el CIDAP continúen con su labor? Recordemos que dicha institución cuenta con el mejor centro documental de artes populares en América y, posiblemente, con una de las mejores reservas museísticas en la rama ¿Cómo garantizar los recursos para que pueda mantener su línea de investigación, de promoción y capacitación?
Estos reconocimientos no deberían ser vistos como la meta de las ciudades, en su carrera por premios y medallas, sino como herramientas que posibiliten, en este caso, la salvaguardia de las artesanías, pero sobre todo el mejoramiento de las condiciones de vida de sus artífices.
El nombramiento de Cuenca como Ciudad Mundial de la Artesanías, y los demás reconocimientos, no pueden seguir sustentados en miradas hegemónicas que congelan y folclorizan la diversidad, pero ocultan e invisibilizan el conflicto y las problemáticas sociales – en este caso, de los portadores de saberes-. La salvaguardia de los oficios tradicionales requiere una mirada integral de la realidad económica, social y cultural de los artesanos.
Salvaguardar las artesanías significa, entre otras cosas: salvaguardar técnicas y saberes; cuidar el valor de los entramados sociales e identitarios, de los tejidos sociales que están detrás del oficio artesanal; encontrar el equilibrio justo, y nunca sencillo, entre el mercado y los valores simbólicos de la artesanía; lograr que el artesano se mantenga en su oficio de manera digna; pensar la condición del artesano en la estructura socio económica de nuestros países, y pensar en el artesano como sujeto social y político. Todo ello nos obliga a pensar en los artesanos, más que en la artesanía.
Antropóloga, Doctora en Sociedad y Cultura por la Universidad de Barcelona, Máster en Estudios de la Cultura con Mención en Patrimonio, Técnica en Promoción Sociocultural. Docente-investigadora de la Universidad del Azuay. Ha investigado, por varios años, temas de patrimonio cultural, patrimonio inmaterial y usos de la ciudad. Su interés por los temas del patrimonio cultural se conjuga con los de la antropología urbana.