La actual crisis-colapso civilizatorio, que advierten algunos autores como Lander, Sáez y Rueda, nos exige desmontar la ontología uni-mundista o universalista que la modernidad occidental nos ha enseñado a habitar y a reproducir, y situarnos geopolíticamente como cuerpos para los que no son ajenos los daños sobre nuestros territorios (Monfrinotti: 2018), crisis que nos afecta directamente porque tiene múltiples dimensiones: ecológica, social, alimentaria, climática, energética, cultural, etc.
El “colapso civilizatorio” que vivimos, es producto de prácticas colonizadoras y explotadoras, ecológicamente destructivas, que son producto de la racionalidad moderna y una ontología dualista, jerárquica y excluyente como Naturaleza/Cultura. Paul Cruetzen, químico holandés y premio Nobel, propuso el término “Antropoceno”, a la acción del ser humano como especie, que se ha convertido, en una fuerza de alcance planetario y geológico con efectos inocultables e irreversibles. Por ello algunos pensadores, sostienen que es necesario construir nuevas formas de pensar, que apuesten a modos relacionales y cooperativos entre la vida humana y no humana, y lógicas de cuidado en todo sentido.
La tradición racionalista – cartesiana, y la división Naturaleza/Cultura que se desprende de la misma, establecen una relación jerárquica y antropocéntrica, en la que “naturaleza” se halla subordinada y separada de lo humano, por ello reducida a mero recurso posible de ser explotado ilimitadamente (Monfrinotti: 2018). Una de las expresiones de la “era del antropoceno”, es la crisis de la dualidad Naturaleza/Cultura, que se expresa entre otros aspectos, en la lucha y defensa por el agua.
Razmig Keucheyan, en su libro “La Naturaleza es un campo de batalla” señala los dispositivos político-económico y sociales, que han eludido abordar la problemática de la mercantilización de la naturaleza y el impacto sobre la vida humana. Este impacto lo denomina “clasismo ambiental”, porque perpetúa desigualdades y vulnera derechos, como son: seguridad, salud y ambiente sano, justamente en los territorios o comunidades más pobres. A los efectos se suman la división de las comunidades provocada por las empresas mineras, el hostigamiento y la criminalización de la protesta social. Este impacto a la calidad y modo de vida, son el asidero de las luchas campesinas en la provincia del Azuay, entre otras luchas a nivel planetario por el agua, la naturaleza y la vida.
El 3 de agosto de 2018, las defensoras y defensores de derechos humanos y de la Naturaleza consiguieron su primera victoria judicial en Ecuador. El Tribunal de Justicia Constitucional de la Sala Civil y Mercantil de la Corte Provincial de Azuay, conformado por los jueces Edgar Morocho Illescas, Rosa Zhindón Pacurucu y Aurea Piedad Calderón Vintimilla, ratificaron la sentencia que en primera instancia que reconoció el derecho a la consulta previa, libre e informada para las comunidades de la parroquia Molletudo por el proyecto minero Río Blanco (Aguilar y Calvopiña: 2018). Este antecedente, condujo, a que, el 18 de septiembre del año 2020, la Corte Constitucional emita dictamen constitucional a la consulta popular sobre el agua, impulsada por el Concejo Cantonal de Cuenca, a través del Parlamento del Agua de Cuenca, consulta popular para prohibir la minería metálica en las zonas de recarga hídrica de los ríos Tarqui, Yanuncay, Tomebamba, Machángara y Norcay.
El supuesto boom minero, defendido por los gobiernos de turno de Ecuador, abarcarían más de 30 años, pero no igualarían a 12 años de ingresos petroleros. El grueso de los ingresos totales de la mega minería terminaría en las utilidades de un puñado de grandes mineras. El gran fraude minero que advierten Acosta, Cajas, Hurtado y Sacher, sólo le dejaría al Estado ecuatoriano, 27.486 millones de dólares en períodos que van desde once hasta más de cincuenta años, según la información económica disponible de los mega proyectos estratégicos: Mirador, Fruta del Norte, Loma Larga, Río Blanco y Panantza-San Carlos) y los de “segunda generación” (Llurimagua, Cascabel, Cangrejos y El Domo/Curipamba.
La lucha por cuidar el agua de los ríos de Cuenca, es una lucha por todos. ¡Porque, el agua se cotiza en la bolsa, y las alertas crecen!
07 de febrero de 2021, vota: #CuencaSí
[simple-author-code]