Un muñeco de caucho recibe golpes y regresa otra vez a su sitio, una y otra vez insiste en la misma posición y mientras más fuerza recibe, más permanece en su sitio; así los políticos se acomodan en sus sillas para empezar un nuevo mandato, tienen conversaciones amables para luego, obviamente, terminar distanciados porque el manejo de los dineros del estado y el poder son motivo de diferencias, las famosas “competencias” de a quién le corresponde un espacio u otro, se transforman en poco tiempo en verdaderas competencias por ganarse la simpatía del público elector.
Así las cosas, el porfiado sigue tambaleándose mientras los periodistas y críticos, sociólogos y demás se desgañitan, una vez más, con verdadera porfía, para combatir y poner un punto de orden en aquello que se debe hacer justicia, mientras los corruptos de siempre reciben de los jueces los pasaportes para huir del país.
El porfiado sigue con su ritmo normal, se invisibilizan los crímenes del narcotráfico y las victorias de la policía y militares en las capturas de toneladas de droga, la rutina se instaura otra vez en el país y una calma chicha precede el ruido que estallará en poco tiempo con las futuras elecciones. Es el folklorismo de nuestra política, los procesos en los que se anula todo lo actuado anteriormente, para bien o para mal, y se instala una nueva directriz en todas las instituciones. Cada alcalde, prefecto, gobernador o portero borra lo que se ha establecido en todas las entidades para implantar su transitorio poder. Perdona la vida de algunos funcionarios y replantea la lista de sus colaboradores, entonces el muñeco porfiado comienza un nuevo movimiento interminable.
Puede ser que exista un buen proyecto de alguna de las administraciones anteriores, puede ser que en el tema de la cultura, la educación ambiental, la investigación y el ejercicio puesto ya en práctica se estén provocando buenos resultados, puede ser que ya esté encaminado algún método que debe ser respetado; definitivamente una de las mayores lacras de la gobernabilidad es, precisamente, la falta de continuidad de aquello que se ha comprobado satisfactoriamente.
Nuestra mirada como ciudadanos debe ser, precisamente, la vigilancia de los movimientos del porfiado, ese muñeco que no duda en levantarse mientras más golpes recibe, es decir, seguir atentamente los avatares de la política, cada movimiento de las autoridades y de los civiles, cada episodio pues, sin lugar a dudas, hoy se prepara el terreno para futuras contiendas.
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.