¡Ya vuelta otras elecciones!, así se escucha en calles, plazas y mercados. La gente común, la de a pie lo señala, lo dice incluso como reclamo. La mayoría no se ha enterado de los entresijos de la política nacional que ha derivado en que una vez más estemos obligados a votar.
Han oído de la muerte cruzada, algunos pensaban que de veras alguien se moría, pero no hay parte mortuorio, ni obituario, ni pena, ni llanto, más bien una sensación de calma generalizada, una especie de alivio, como cuando se logra extraer un padrastro que incordiaba malamente en la parte interna de la uña del dedo anular.
Nadie tiene pena de que la Asamblea haya sido disuelta, al contrario muchos creen que bien ahorrados están los miles de dólares que se dejarán de pagar a asambleístas de baja estopa -salvo contadas excepciones-, algunos agradecen a Lasso habernos librado de la vergüenza que pasábamos día sí y día también.
Estando así las cosas, no se entiende –al menos yo no lo entiendo- que la mayoría de los defenestrados vayan nuevamente a ser candidatos, aunque también, si ya lo hicieron una vez, repetir no les dará ningún pudor, incluso algunos pensarán que incluir en la hoja de vida un tiempito más como asambleísta sumará puntos o le dará algo de “estatus”. Y qué decir de los partidos y movimientos políticosque repetirán la alineación, como en el fútbol, aunque la hinchada pida cambios, el DT pondrá a quien quiera. Así el panorama, es muy probable que volvamos a ver, en su mayoría, los mismos rostros en las curules del Pleno de la Asamblea Nacional, o sea que la muerte cruzada de poco o nada habrá servido.
Todavía no hay candidatos oficiales a la Presidencia, nombres varios, un par dicen que están ya en firme, la próxima semana sabremos cuántos mismo son, ojalá no proliferen como el pennisetum clandestinum– ese ha sido el nombre científico del kikuyo que es lo que quería decir-, este no es sólo un deseo de miles o millones de ecuatorianos, sino un ruego que no es escuchado por los aspirantes, ni por los dirigentes de partidos y movimientos que los postulan, los auspician, se prestan o se alquilan.
El panorama es poco alentador, por no decir devastador, la oferta se perfila variopinta y multicolor, pues se mezclan banderas y camisetas, se cambian, se acomodan, niegan y reniegan, se desdicen y justifican, a los que seguimos las vicisitudes de la política nacional –conocida también como política farandulera– se nos pone la cabeza como un bombo, tratando de entender de dónde vienen, a dónde van, que mismo es lo que dicen, o si dijeron lo que dijeron y ahora ya se desdijeron; antier estaban en un partido, ya lo han abandonado, y de pronto los encontraremos inscritos en otro. Algunos no estaban, ni están, ni estarán –en los partidos-, desprecian la política y los políticos, pero se “sacrifican” porque ¡la gente les pide que lo hagan para salvar la patria!
La sátira nos ayuda a pasar los malos tragos, pero no implica trivialidad, al contrario la preocupación –y angustia- está latente, pues no se avizoran buenos tiempos y buenos vientos para el Ecuador, hay que intentar no perder la esperanza, pero cada vez es más difícil. Desde hace tiempo que pensamos que no podemos estar peor y a la vuelta de la esquina, nos encontramos lamentando que nunca hemos estado tan mal, y así seguimos en el círculo vicioso o enredados en un bucle del que esperamos alguien nos venga a rescatar.
Está dicho y vuelto a decir, que los pueblos tienen el gobierno que merecen, así mismo resulta, pues quienes llegan a ocupar cargos de elección popular lo hacen con el voto de una mayoría de entre los que estamos habilitados y obligados a votar, por eso es importante que nos tomemos en serio el deber cívico para que no digamos en poco meses, ¡ya vuelta nos han vuelto a engañar!
Portada: imagen tomada de https://icfecuador.org/
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.