…lo que es sorprendente es que un trabajo necesario para el crecimiento y desarrollo de toda persona, para el aprendizaje del lenguaje y la socialización, para la adquisición de la identidad y la seguridad emocional, un trabajo que se había realizado a lo largo de toda la historia de la humanidad, hubiese permanecido invisible tanto tiempo.
Carrasco, Borderías y Torns, 2011
Desde una perspectiva amplia, el cuidado involucra aquellas actividades necesarias para la conservación de la vida humana y de la naturaleza. La amplitud de esta definición constituye, al mismo tiempo, su limitación, pues dentro de la categoría de cuidado están englobadas todas las tareas indispensables para el sostenimiento de la vida y del entorno.
Para Batthyány (2015) el cuidado implica hacerse cargo del cuidado material, que implica un “trabajo”, del cuidado económico, que implica un “costo económico”, y del cuidado psicológico, que implica un “vínculo afectivo, emotivo, sentimental”. La naturaleza de esta actividad variará según se realice o no dentro de la familia y, también, si se trata o no de una tarea remunerada.
El concepto de Bathyány muestra la clara relación que existe entre dependencia y cuidados, y da cuenta de la naturaleza relacional de esta actividad, esencial para la vida de las personas. Incluye tanto las tareas materiales, así como el vínculo emocional que engloba los cuidados. Tiene en cuenta la variable del pago o la ausencia de este, así como el costo económico que implica.
Respecto del contenido de los cuidados, se habla de cuidados directos y de cuidados indirectos. En el primer caso estamos frente al cuidado propiamente dicho. En el segundo caso se engloba a las tareas domésticas, la gestión y organización de los trabajos del hogar, así como a las distintas actividades que implican “estar disponible para” cuidar en el momento que se requiera (Carrasco, Borderías y Torns, 2011). Esta división es útil, pues permite distinguir el cuidado (directo) que se realiza en favor de las personas del trabajo doméstico.
El trabajo de cuidados puede realizarse en distintos ámbitos: en los hogares, en el mercado, en la comunidad o como servicio público. Pero en todos estos ámbitos el trabajo de cuidados es un trabajo socialmente devaluado. En efecto, al ser una actividad ejecutada fundamentalmente por mujeres, el trabajo de cuidado tiene una escasa valoración social. Es por ello por lo que, en el ámbito extra doméstico, las profesiones y trabajos de cuidado son mal remuneradas y se desarrollan en condiciones laborales muy precarias. Cabe indicar que la fuerte presencia de las mujeres en el trabajo no remunerado del hogar es una de las principales razones que les impide tener acceso a los mismos ingresos que los varones, lo que incide en la feminización de la pobreza (Carrasco, Borderías y Torns, 2011).
Ciertamente, el trabajo de cuidados trasciende los contornos del espacio privado-doméstico-familiar, siendo necesario cuestionar la rígida división público-privado. Las mujeres, como responsables del trabajo de cuidados, transitan por ambos espacios, en un contexto dominado por la lógica del capital. Ello demanda la adopción de políticas sociales que involucren la implementación de servicios de cuidado no mercantiles, en el marco de una organización social del cuidado diferente (Carrasco, Borderías y Torns, 2011). Arango Gaviria y otros (2018:9) sostienen que el cuidado es un aspecto central de la vida humana, “un asunto político que atraviesa lo doméstico, lo local y lo global, y que puede permitirnos mejorar este mundo desde nuevas formas democráticas”.
Si bien, el cuidado se caracteriza por ser un trabajo fundamentalmente realizado por mujeres, ya sea que se desarrolle en el entorno doméstico o a través de la prestación de servicios personales (Bathyány, 2015), sin embargo, es necesario tener en cuenta las diferencias y divisiones que existen al interior de la categoría “mujeres” al momento de llevar a cabo las tareas de cuidado. En efecto, es importante señalar las desigualdades que existen en función de variables como la edad, la clase social, la raza, la etnicidad, la nacionalidad, entre otras.
Bathyány (2015) sostiene que la especificidad del trabajo de cuidados, tanto en el contexto familiar como fuera de este, es su carácter relacional. El trabajo de cuidados se ejecuta “cara a cara entre dos personas”, entre quienes se establece un vínculo de interdependencia, en el que una se hace cargo del bienestar y sostenimiento de la otra. “El cuidado es entendido como trabajo y relación interpersonal, pero también como responsabilidad socialmente construida que se inscribe en contextos sociales y económicos particulares” (Bathyány, 2015: 10).
Se enfatiza que todas las personas, a lo largo del ciclo de vida, requieren de cuidados. Aunque existan personas que demandan mayores cuidados, como las adultas mayores o quienes adolecen de enfermedades crónicas, la dependencia sería una condición universal, y no excepcional, de todas las personas. Es por ello por lo que el cuidado no puede seguir siendo considerado como una tarea privada o individual (de las mujeres), sino una responsabilidad social y política. “Cada sociedad debería organizar los cuidados para dar respuesta a las dependencias y necesidades humanas, y a la vez, mantener el respeto por las personas que lo necesitan y no explotar a las que están actuando de cuidadoras” (Carrasco, Borderías y Torns, 2011: 54).
En esta misma línea, Bathyány (2015) incorpora al debate sobre el trabajo de cuidados la relación entre cuidado y derecho. De acuerdo con esta autora, es imprescindible poner en el centro del análisis el derecho al cuidado, considerado como un derecho universal de toda la ciudadanía, desde la doble circunstancia de personas que precisan cuidados y que cuidan, es decir, desde el derecho a dar y a recibir cuidados:
En primer lugar, el derecho a recibir los cuidados necesarios en distintas circunstancias y momentos del ciclo vital, evitando que la satisfacción de esa necesidad se determine por la lógica del mercado, la disponibilidad de ingresos, la presencia de redes vinculares o lazos afectivos. En segundo lugar, y esta es quizás la faceta menos estudiada, el derecho de elegir si se desea o no cuidar en el marco del cuidado familiar no remunerado; se trata de no tomar este aspecto como una obligación sin posibilidad de elección durante toda la jornada. Refiere, por tanto, a la posibilidad de elegir otras alternativas de cuidado que no sean necesariamente y de manera exclusiva el cuidado familiar no remunerado… Finalmente, el derecho a condiciones laborales dignas en el sector de cuidados, en el marco de una valorización social y económica de la tarea (Bathyány, 2015: 11-12).
Desde esta perspectiva, el cuidado es un derecho de todas las personas, a lo largo de todo su ciclo de vida, por lo tanto, le compete al Estado el diseño y puesta en marcha de servicios a los que puedan acceder todas las personas. No se trata de un “beneficio para las mujeres” como erróneamente podría ser entendido, sino de “un derecho de quienes lo requieren”. En definitiva, el Estado tendría la obligación de garantizar el cuidado como derecho universal de todas las personas (Bathyány, 2015).
Referencias
Arango Gaviria, L. y otros (2018). Género y cuidado. Teorías, escenarios y políticas. Universidad Nacional de Colombia, Universidad de los Andes, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.
Batthyány Dighiero, K. (2015). Las políticas y el cuidado en América Latina. Una mirada a las experiencias regionales. CEPAL, Santiago de Chile.
Carrasco, C., Borderías, C. y Torns, T. (2011). El trabajo de cuidados. Historia, teoría y políticas. Catarata, Madrid.
Portada: foto de redaccion.com.ar
Doctora en Jurisprudencia por la Universidad de Cuenca. Obtuvo un Maestría en Género y Desarrollo en la misma universidad. Posee un Doctorado (Phd) en Derecho por la Universidad Andina Simón Bolívar. Fue Directora del Instituto Nacional de la Niñez y la Familia, en Azuay, Cañar y Morona Santiago. Secretaria Ejecutiva del Concejo Cantonal de la Niñez y Adolescencia de Cuenca. Se desempeñó también como Jueza Provincial de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia del Azuay. Laboró en el Municipio de Cuenca y en el Gobierno Provincial del Azuay. Autora de artículos y libros sobre derechos y género. Ha participado como ponente y coordinadora en seminarios nacionales e internacionales vinculados a su campo de estudio e investigación