A propósito de la celebración de los doscientos dos años de independencia de Cuenca, me vinieron a la memoria las Reminiscencias escritas por Octavio Sarmiento Abad -con el título homónimo de este artículo-, publicadas en cinco tomos, con el afán –según señala- de rescatar del olvido un importante capítulo de la historia morlaca, recopilando anécdotas y hechos sobresalientes ocurridos en el siglo XX.
La Cuenca de antaño y la de ahora –que son la misma pero distinta- da mucho que decir, ha sido y es una ciudad para admirar por la belleza de sus calles y casas llenas de historias; por sus ríos y riberas; las escalinatas y los puentes que conectan a las personas, los espacios y lo antiguo con lo moderno; sus iglesias y la nueva Catedral; el Cajas y su mágica belleza; el balcón de Turi que permite atisbar como era, como es y cómo sigue creciendo; entre muchas otras cosas que forman parte de los atractivos turísticos de la ciudad.
En el Segundo Tomo de “Cuenca y Yo”, se relata que luego de una histórica aclaración realizada por el escritor y periodista ambateño, Celiano Monge, quien habría encontrado los documentos en que se testifica que la independencia de Cuenca había ocurrido el 3 de Noviembre de 1820, desde el año 1917 se conmemora oficialmente en esa fecha la efemérides, celebración que desde entonces ha congregado, en torno a las distintas actividades, gran cantidad de personas, antes, sobre todo “naturales de Cuenca y sus alrededores” y desde hace algunos años también a turistas de distintos rincones del país y del extranjero.
Las fiestas de noviembre –que ya no inician el día 3 a las 5 de mañana con toque de Dianas y Aires marciales, seguidos a las 6 por el repique de campanas de todos los templos de la ciudad durante una hora- reactivan la economía de la ciudad, movilizan grandes cantidades de personas que transitan por sus calles, visitan ferias, restaurantes, parajes turísticos dentro y fuera del casco urbano, así como de otros cantones de la provincia del Azuay. Quienes vienen a Cuenca no lo hacen sólo por el paisaje, la comida o las artesanías, sino también por los “morlacos”, gente hospitalaria y con fama bien ganada de buenos anfitriones.
En el Tomo III de la obra, Octavio Sarmiento reproduce un artículo de Remigio Romero y Cordero que se refiere al origen y definición de “Morlaco”, en el que invita a querer al apodo tanto como a nuestro nombre, pues “tenemos cosas que únicamente son morlacas: en la alimentación, en el vestido, en el modo de hablar, en poesía, en pintura, en música…, tenemos un árbol que es símbolo de la morlaquía:…se llama capulí”, antes se decía y así lo recoge el artículo de Romero y Cordero, que los morlacos querían morir al pie del capulí. Las generaciones que nos siguen quizá no habrán oído la frase, pero para nosotros y las que nos precedieron ese decir era “nada más cierto o más poético”. Los morlacos además -como lo dice Romero- nos hemos sentido “…satisfechos del cielo que nos cobija y de la tierra que nos sostiene; encariñados con el agua de nuestros ríos y con el sabor de nuestro pan…”.
Muchos de los nacidos en esta tierra y otros que han vivido o viven en ella, quizá habrán especulado alguna vez en su relación personal con la ciudad, porque la ciudad no es sólo una delimitación territorial, un conjunto de calles, edificaciones, ríos y montañas, sino sobre todo y principalmente es el palpitar de la gente que la habita, es la simbiosis que se genera día a día entre las especies que coexisten en ella.
Al pensar en la conexión entre Cuenca y yo, me remito a la familia, los amigos, las calles adoquinadas por las que he caminado desde que aprendía a hacerlo, las casas del casco central que siempre me ha parecido tienen algo que decir independientemente de la gente que en ellas mora, los ríos con sus propias melodías, las montañas que circundan Santa Ana o “el valle lleno de gracia” (uno de los nombres de Cuenca, referido en el Primer Tomo, en un artículo de Carlos Aguilar Vásquez), el Parque Calderón, la escuela, el colegio, la universidad. No pueden faltar los sabores de siempre: las cascaritas y los cuyes, el agua de pítimas, las carnes de San Joaquín, las papás con cuero, los dulces de corpus, los del Royal, los helados de la Tienda, el draque con pecho suco o con puntas, los sánduches de pernil, los secos del Brujo, el hornado del mercado, el agua de frescos, el mote en todas sus presentaciones, las quesadillas y otros manjares que elaboran las monjas de claustro, y otras delicias comibles y bebibles antiguas y nuevas que se han ido sumando con el paso de los años, en locales que son y van siendo parte de la tradición gastronómica de la ciudad.
Cuenca y yo, es también Cuenca con todos y cada uno de los pronombres personales, porque cada quien que vive o ha pasado por este pedazo del planeta, podrá hablar de su relación con esta hermosa ciudad, en muchos casos usando incluso pronombres posesivos. Lo seguro es que nadie queda indiferente a sus encantos.
Por lo dicho y mucho más, en este nuevo aniversario de la independencia de la ciudad, aparece oportuna en la memoria, para cantarla a “voz en cuello” la canción de Carlos Ortíz Cobos, Por eso te quiero Cuenca: Por tus cholas buenas mozas, / por tus longos bien plantados; /por tus mañanas preciosas, / y tus cielos estrellados. / Por tus ríos cantadores, / por tus chapas pitadores, / por tus cuyes bien asados, / y por tu mote pelado. / Por eso… Por eso… Por eso te quiero Cuenca / En la fiesta de El Vado / y en la del Septenario / todos hemos bailado ya nuestro suelto de “arroz quebrado”, / como buenos cuencanos por siempre amamos las tradiciones. / Esta mi tierra linda con miles de doctores / todos han admirado a los poetas que hay por docenas / Cuenca es la tierra linda del buen Zhumir y el agua caliente / Por eso…Por eso… ¡Por eso te quiero Cuenca!
Portada: tomada de https://sampere.com/es/escuela-espanol-cuenca/
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.