En su emblemático discurso a raíz del homenaje que hiciera el Municipio de Cuenca (Junio21/07) Eliécer Cárdenas afirma que el cadete peruano Mario Vargas Llosa “reeditó los caminos de nuestros poetas y escritores más ilustres del pasado que no desdeñaron introducir las manos en el fango de la política, tal y como se practica en América Latina” y pone de manifiesto la escisión que existe entre literatura y política para aquellos que ejercen la creación en todas sus manifestaciones.
El arte como forma libérrima de expresión lleva dentro de sí el germen de la rebeldía de allí la invisibilización y en algunos casos la persecución que asedia a los artistas en regímenes que rozan los extremos. El neoliberalismo de Vargas LLosa o las posiciones políticas de otros escritores permiten que lluevan las condecoraciones y los premios más allá de su obra. Entonces surge la pregunta de siempre ¿cómo separar la obra de su autor? y caemos en la conclusión de que únicamente el tiempo define el resultado.
El silencio del gobierno de Guillermo Lasso ante la muerte de Cárdenas Espinoza y Velasco Mackenzie evidencia su posición frente a las culturas en nuestro país; más allá de su ausencia de sensibilidad con el sentir multitudinario que reventó las redes sociales (un fenómeno particular que deberá ser analizado en su debido momento) debemos referirnos a los medios con los que se maneja el poder en el Ecuador.
Las ideologías marcan las censuras, las persecuciones y en algunos casos, inclusive, el exterminio de los creadores, la historia en el planeta así lo demuestra; sin embargo, existe una manera sutil de tachar las diversas formas de expresión y es a través del desconocimiento de la obra. La ignorancia es el leudo de la corrupción y el poder se sostiene en ella, de allí que el ecuatoriano y su proverbial falta de identidad se sienta en total indefensión ante aquello que no conoce.
Cambian las políticas y cambian los autores. El arte, la literatura y la creación en general son manipulados desde el ejercicio del poder como formas de marketing y reductos de dominio; de allí que la verdadera creación sea marginal. “La raza maldita” de la que hablaba Rimbaud así, tanto la crítica como el acriticismo deben ser mirados con lupa desde una posición que intenta ser neutral sin conseguirlo.
Se suprime la dialéctica y se pretende eliminar el pensamiento crítico dentro de la academia; el pueblo llano ni siquiera conoce estos avatares y no le interesa; entonces prevalece la crónica roja o el show momentáneo como leudo para engordar su ignorancia.
Una anécdota comarcana dilucida esta reflexión: en una de las universidades locales los muchachos hacen huelga por el polvo que se ha generado en el edificio y declaran como una “victoria histórica” al hecho supremamente ridículo y nefando de cancelar las clases por unos días, resultado: vergüenza para el profesorado y para sus protagonistas juveniles que sienten su triunfo como un escalón ante una posible candidatura política. Así se fraguan los futuros líderes.
Muy parecido al hecho paralelo de condecorar al escritor peruano en estos tiempos; sin criterio, políticamente correctos, elusivo y alusivo, ridículo, distractor y demás condicionamientos hoy, que el país atraviesa una de sus mayores crisis en los temas carcelarios y otras impudicias.
Las veleidades del poder frente a la literatura. De alguna manera la hoguera bárbara de la estulticia y la corrupción se manifiesta con más fuerza que nunca. Sin embargo y a pesar de todo, como mala hierba surge la palabra: esa que redime y lleva su polvo y su ceniza, su rincón de los justos y su necia luz imperecedera.
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.