En lo personal, fueron los mejores años del periodismo social: aquel de la mirada propia sobre los hechos.
Corría la agonía del siglo anterior y el país se había sumido en una de sus peores crisis económicas generada por la administración de lo público por manos de banqueros. Ya sabemos el colofón: cierre del sistema bancario, diáspora de “Lorenzos” y “Lorenzas” – de los de carne y hueso, no de los que improvisa el banquero y presidente Lasso- ( https://www.vistazo.com/actualidad/nacional/lorenza-si-existe-quien-es-la-mujer-a-la-que-se-refiere-guillermo-lasso-CN807004 ). Diario El Universo había decidido abrir una oficina regional en Cuenca, motivado un poco por la emigración y las trágicas consecuencias sobre familias del Azuay y Cañar, de donde salía la mayor cantidad de viajeros al país del norte al trillado “Sueño Americano”.
El periodismo, en aquella época, era un verdadero encuentro con la realidad. Se lo caminaba, sudaba y vivía. Recuerdo cómo decoramos aquella oficina regional: muebles, equipo periodístico y un solo cartel en una de las cuatro inmensas paredes del Salón Amarillo de la Casa Azul: una hoja A4 con la frase “Hay que ir a ver”.
La había tomado prestada de la serie documental del oceanógrafo francés Jacques Yves Cousteau que de niño miraba en un canal de televisión local. Ese “Hay que ir a ver” como única fórmula de explicar los misterios de los confines marinos, desafiando todo límite, razón y obstáculo.
Ese “Hay que ir a ver” que recibía al equipo periodístico todas las mañanas y era como una orden para dar media vuelta y salir al encuentro de un periodismo cuyas formas han desaparecido y se han limitado a una especie de “hay que ir a googlear”.
El tema de la migración en El Universo determinó que siempre era mejor ir a ver para contar, asistir, orientar, guiar, unir. (https://www.eluniverso.com/2010/09/23/1/1363/migracion-drama-siempre.html/ )
Fue por eso que decidimos “ir a ver” los caminos al sueño y durante 32 días caminamos las rutas prohibidas de la migración hacia el norte. Cuatro días antes de terminar con el proyecto ocurrió la que nadie había imaginado siquiera: el atentado a las Torres Gemelas del Word Trade Center en el corazón económico de la Gran Manzana. El hecho, ocurrido hace 20 años, se considera hoy por hoy como el primero en ser contado en una especie de nueva narrativa participativa para los ciudadanos comunes y corrientes que disponían de un teléfono celular con cámara y señal de internet: el “periodismo ciudadano” había nacido.
Aunque no había redes sociales de ningún tipo, las imágenes que corrían en los medios masivos y convencionales sobre los atentados, ya no eran exclusivas de periodistas y camarógrafos de prensa, sino de ciudadanos que en un giro de cámara empezaron a contar historias. Un asunto común y corriente y que ha provocado la muerte de muchos medios por esa misma nueva narrativa y ese nuevo canal de distribución gratuito y ubicuo: la red.
Hace 20 años estábamos de cobertura en ese “Hay que ir a ver”, pero ¿es ya una frase destinada al ostracismo periodístico de los Millennials de la comunicación? ¿O aun la podemos rescatar?
El aniversario del atentado a las Torres Gemelas ( https://www.eluniverso.com/noticias/ecuador/vi-trece-cuerpos-caer-de-las-torres-gemelas-eso-fue-lo-peor-y-duro-17-anos-en-mi-mente-cuenta-bolivar-arellano-fotografo-ecuatoriano-que-sobrevivio-al-atentado-terrorista-nota/ ) tras estas dos décadas de cambio, deberían invitarnos a recuperar los mejores hábitos periodísticos de la vieja escuela, y “la mirada propia” jamás será reemplazada en sentido y precisión por la cómoda espera de la foto en twitter, o el par de datos incompletos del chisme.
Periodistas del mundo uníos: porque al mundo hay que ir a ver…
Periodista profesional por la Universidad de Cuenca. Articulista de Opinión en diario El Universo. Director de la Carrera de Periodismo de la Universidad de Cuenca.