“Juguemos en el bosque hasta que el lobo esté…” cantan los niños de los años sesenta, en los patios mojados por la lluvia buscan el tesoro escondido en una maceta y los carros de madera rugen en las calles de un pueblo perdido para siempre; mientras tanto, en un paralelismo macabro los niños del siglo XXI aprenden que no pueden abrazar y que los besos se han prohibido. Arrinconados en cuartos solos y departamentos mínimos deben sobrevivir a la ausencia de los parientes y en algunos casos la muerte de sus abuelos; en un ejercicio diario entienden que la muerte sobrevuela a amigos y familiares, conviven con el terror de los mayores y en ocasiones la violencia doméstica.
La presencia permanente de los padres es un factor ambivalente porque la tensión se generaliza con el cumplimiento de los deberes de manera virtual y el equilibrio entre educación y disciplina desaparece. La convivencia permanente obliga a un estrés diario y la carencia de sus compañeros y amigos de escuela provoca una soledad recurrente que, en muchas ocasiones, se convierte en rebeldía acusatoria o desapariciones forzadas.
En las redes sociales somos testigos de una gran cantidad de fotografías de niños que huyen de sus hogares; la miseria moral o económica es uno de los factores para su decisión momentánea. Extraviados, los niños de la pandemia son las víctimas ocultas de una sociedad que transita entre el horror del COVID 19.
Son múltiples los traumas psicológicos que nos deja el confinamiento: la falta de concentración en los niños, el abuso de los recursos tecnológicos, la violencia de género e intrafamiliar que no pueden ser detectados por profesores o servicios sociales en general, el alcoholismo y la drogadicción de los adultos, provocan una total indefensión en los niños y las consecuencias a futuro son aterradoras.
La vida de los niños cambió de un día para otro y las paradojas subsisten; en tanto los supermercados, las oficinas y demás lugares se abren paulatinamente, las escuelas continúan cerradas mientras el plan de vacunación no termine; medidas con las cuales, de alguna manera, estamos de acuerdo sin embargo urge una política mucho más agresiva respecto a la salud infantil.
Aquellos que fuimos niños en los sesenta, convertidos en adultos mayores, miramos incrédulos estos paisajes de horror a pesar de que somos resilientes, sobrevivientes de algunas guerras y otras catástrofes de la humanidad. La peste llegó a imponer su orden y su caos y el mundo, estático ante el enemigo invisible no logra entender las consecuencias mediatas e inmediatas del confinamiento.
Se ha comprobado, últimamente, que los niños tienen mayor riesgo de contraer el COVID 19 con un incremento del 7,5% a 36,8% en diversas sintomatologías, de allí que urge un plan continuado de salud antes de la apertura de las instituciones educativas. La UNICEF recomienda al nuevo gobierno la vacunación inmediata a profesores y personal educativo además de priorizar los recursos de agua, higiene y sanitización en todos y cada uno de los centros de estudio.
Si a esto sumamos el embarazo infantil nos encontramos con un panorama pavoroso; los datos generados por la UNICEF muestran que antes de la pandemia en 2018, cada día, 6 niñas de 10 a 14 años y 148 adolescentes tuvieron un hijo urge por lo tanto declarar a este sector de la población en estado de emergencia real.
Priorizar la inversión educativa, social, económica y psicológica con énfasis en la niñez y adolescencia deberá ser el plan emergente del estado. Se calcula que una familia en condiciones de pobreza multidimensional tardará 17 años en recuperarse, en tanto que una familia sin niños sólo tardará cuatro. Así las cosas, urge una respuesta inmediata y contundente del estado y de la sociedad civil; el trabajo de la comunidad debe ser dirigido específicamente a la población infanto juvenil. Macro proyectos de educación sexual, salud, protección social, vivienda deben ser prioritarios, la inversión que haga nuestro país en este sector es definitoria.
Foto: Fuente UNICEF
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.