Cuenca ha sido reconocida, de múltiples maneras, por su producción artesanal; así, en 1974 la Organización de Estados Americanos (OEA) designo a esta urbe como sede del Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (CIDAP); más adelante, en los años ochenta, la ciudad fue pionera en el país en la formación universitaria en diseño, con la creación de la Facultad de Diseño de la Universidad del Azuay, cuya génesis estuvo orientada a contribuir al desarrollo del sector artesanal; como iniciativa del CIDAP, desde el año 2003, alberga al festival más importante de artesanías del Ecuador y, recientemente, en el 2020, Cuenca fue reconocida como Ciudad Mundial de la Artesanía por el Consejo Mundial de Artesanías (WCC).
Las técnicas artesanales han configurado la fisonomía de la ciudad, están presentes en la arquitectura, en las cruces que se colocan en las cubiertas de las casas, en la indumentaria tradicional hoy llevada a la moda urbana, en la joyería que presumimos dentro y fuera del país, en las vajillas que adornan las mesas cuencanas, en la pirotecnia que acompaña las fiestas populares y en muchos de los artículos que usamos en la vida cotidiana.
Los cuencanos podemos distinguir con facilidad la cerámica de la Convención del 45, los bordados de las polleras de la chola cuencana, las candongas realizadas a base de filigrana, las cruces o barandales de hierro forjado, las macanas de Gualaceo o los famosos sombreros de paja toquilla. El lema de ciudad artesanal lo escuchamos una y otra vez, en los materiales promocionales, en los discursos de las instituciones y de los políticos, y en cada ocasión que Cuenca debe ser mostrada a los foráneos. A la par, las artesanías, en sus procesos técnicos e históricos, han sido objeto de artículos, libros e investigaciones de diversa índole.
Sin lugar a dudas, los cuencanos conocemos las bondades artesanales de la ciudad; sin embargo ¿qué tanto sabemos de los sujetos que están detrás de la artesanía? ¿cuáles son las historias y las voces acalladas tras los objetos? ¿De quiénes son los rostros invisibilizados en el anonimato del quehacer artesanal? Nombres de políticos, intelectuales, poetas y artistas aparecen en las crónicas, en las denominaciones de las calles, en preseas institucionales, monumentos y libros; mientras los nombres de los artesanos han estado condenados al velo o al olvido.
La historia oficial, recopilada y narrada de múltiples maneras, ha cosificado a la artesanía y ha invisibilizado a sus artífices. Contada desde arriba, y de manera lineal, ha acallado los procesos de resistencia del sector artesanal y su rol histórico, económico y político en la ciudad. A la par, los discursos de la cultura popular, del patrimonio, de la tradición y de la identidad, se han nutrido de la artesanía, pero teniendo como grandes ausentes a los artesanos.
Mirar hoy al mundo artesanal, requiere un ejercicio de relectura y reescritura, que supere las visiones románticas, folclorizantes y acríticas del pasado, que niegan a los portadores de los saberes su condición de sujetos sociales y políticos.
Pensar en el artesano más que en los objetos, requiere revisar las narrativas construidas en torno a la artesanía, deconstruir los discursos hegemónicos que usan lo artesanal a conveniencia, muchas veces como estrategias de propaganda, como adorno y guarnición de fotos, eventos y tarimas, pero que, en el fondo, retocan la ausencia de políticas públicas.
Pensar en los artesanos más que en las artesanías, también nos lleva a sugerir que lo útil y lo bello, plasmado en la artesanía, y poéticamente expresado por Octavio Paz, requiere sumar a su ecuación que el objeto artesanal es, además, portador de sentido, contenedor de intangibles. No podemos reducir lo artesanal a lo estético y a lo funcional, es preciso sumar el valor social de la artesanía y comprenderla como hecho social total, puesto que involucra múltiples dimensiones.
Hablar de los artesanos, implica pensar más allá de la materialidad, nos obliga a pensar ya no en los objetos, sino en los procesos sociales y, por tanto, en los sujetos. La pieza artesanal es el componente tangible de relaciones, de memorias, de relatos, de tramas intangibles de significación. El oficio del artesano es la trama y urdimbre detrás del objeto.
Desde esta convicción, de que hoy es necesario hablar de los artesanos, más que de las artesanías, la Universidad del Azuay, en el marco de los proyectos de investigación científica, desarrollo e innovación tecnológica, a través del IERSE y la Facultad de Diseño, Arquitectura y Arte, y con el importante apoyo del CIDAP, ha iniciado el Proyecto “Registro etnográfico de artesanos”, una investigación encaminada a recuperar las voces de los sujetos que están detrás de los objetos artesanales; un proyecto que no hablará de las artesanías, sino de los artesanos, de esas memorias otras de la ciudad, muchas veces acalladas en los metarrelatos del patrimonio y de la identidad.
Antropóloga, Doctora en Sociedad y Cultura por la Universidad de Barcelona, Máster en Estudios de la Cultura con Mención en Patrimonio, Técnica en Promoción Sociocultural. Docente-investigadora de la Universidad del Azuay. Ha investigado, por varios años, temas de patrimonio cultural, patrimonio inmaterial y usos de la ciudad. Su interés por los temas del patrimonio cultural se conjuga con los de la antropología urbana.