El loco de Dios en el fin del mundo, es la más reciente obra escrita por el español Javier Cercas. Un relato difícil de clasificar: una “novela sin ficción”, una crónica, un ensayo, una narración, a momentos una especie de bitácora, en la que Cercas inicia diciendo: “Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso. Pero aquí me tienen, volando en dirección a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a interrogarle sobre la resurrección de la carne y la vida eterna. Para eso me he embarcado en este avión: para preguntarle al papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta. He aquí un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo”.
Con esa introducción nos invita a recorrer las páginas del libro, en las que encontramos a más de la maestría de la escritura de Cercas, información y lecciones que sin duda si las asimilamos nos ayudarán a ser mejores seres humanos, lecciones que el autor no pretende, pero las encontramos en el libro, al menos yo lo hice.
De hecho Cercas dice que “La literatura es un instrumento de conocimiento: sirve para comprender… Comprender no es justificar: es darse los instrumentos para no cometer los mismos errores. A eso nos dedicamos los novelistas; por eso, contra lo que predica la superstición literaria más extendida de nuestro tiempo, la literatura es útil. Eso sí: siempre y cuando no se proponga serlo; en cuanto se propone serlo, se convierte en propaganda o pedagogía y deja de ser literatura –al menos buena literatura- y deja de ser útil.” Dice también que “la literatura no proporciona sosiego ni certezas: lo que proporciona son nuevas preguntas, inquietudes nuevas, ninguna respuesta.” Nos hace pensar.
Dice Cercas casi al final del libro, frente a las alusiones que le provocan las lecturas, que “no somos nosotros quienes leemos los libros sino los libros quienes nos leen a nosotros”; no puedo estar más de acuerdo, pues como se darán cuenta, al leer el libro que me lee, miro la realidad individual y colectiva, encuentro símiles, analizo, incluso me atrevo a recomendar.
Quizá la primera de las lecciones es que acercarse a conocer sin perjuicios es una opción de inmensas proporciones, creo que así enfrentó Cercas la tarea, fue mi apuesta y es mi recomendación.
La segunda, va de la mano de la primera, si se busca un relato que se apegue a la realidad y se trabaje con objetividad, hay que encontrar a alguien de fuera para que lo cuente -está por demás decir que ese alguien debe ser digno de confianza en el sentido de honestidad-, así lo hizo el Dicasterio para la Cultura y la Educación de la Santa Sede, que a través del responsable de la Librería Editrice Vaticana (LEV), la editorial de la Santa Sede, propusieron a Javier Cercas que escribiera un libro sobre el papa Francisco, sobre el Vaticano, sobre la Iglesia, sobre el viaje a Mongolia, sobre lo que quisiera, sabiendo quien era Cercas y precisamente por eso. Le abrieron las puertas del Vaticano “para que hable con quien quiera y pregunte lo que quiera” con “libertad total”, no le encargaron el libro, no lo publicarían.
Tras reflexionarlo Cercas aceptó la invitación y emprendió una tarea que dio como resultado un libro que nos ha permitido a muchos enterarnos de entresijos y postulados a los que muy seguramente de otra manera no hubiéramos llegado. Ahí otra de las virtudes de la literatura.
Sin ser católica practicante, sin este libro nunca me hubiese enterado que Francisco habría dicho que “la Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no sólo las geográficas sino también las existenciales…y la social”, para ello proponía desatar a Jesús de las sacristías, “ir al encuentro del otro en las periferias, que son lugares pero sobre todo personas necesitadas”, reivindicando el espíritu misionero de la Iglesia.
Extrapolando esto a la vida pública, ahí el mensaje, salir, abandonar los escritorios y la teoría pura y dura para decidir y hacer lo que las personas necesitan, trabajar por el bien común.
De Francisco de Asis, que se llamaba a sí mismo il folle di Dio, el loco de Dios, tomó el nombre Bergoglio, que antes que papa “igual que cualquier persona mínimamente compleja…es un hombre poliédrico, huidizo, múltiple. «Hay tanta diferencia entre nosotros y nosotros mismos como entre nosotros y los demás», escribió Montaigne.” A esas múltiples facetas se refiere Cercas, acercándonos al ser humano y sus múltiples personajes desde la niñez hasta la muerte.
Cercas nos cuenta lo que descubre con un fino humor, que mantiene no sólo el interés sino el disfrute como parece Francisco pregonaba, cuando insiste en “la alegría como esencia de la vida cristiana, que debe vivirse «como una fiesta», y ha abominado de los «cristianos de entierro», cuya existencia «parece un funeral permanente», para acabar sentenciando que «el miedo a la alegría es una enfermedad del cristianismo»”
Al leer y casi escuchar lo que decía el papa me acordé de la tristeza que se suele sentir en las misas –al menos yo la percibo las pocas veces que voy- aunque no se oficien a causa de un funeral.
En una homilía de Francisco a los prelados de la Iglesia, que debería llegar a los que gobiernan en cualquier ámbito, dijo: «No se trata de dirigir con la cabeza alzada como lo hacen los dominadores; no, sino de dirigir con humildad, con amor, como lo hizo Jesús» Si así actuarían, con seguridad se harían las cosas bien y el bien.
A más de la humildad que inculcaba, muestra el anticlericalismo de Francisco, pues criticaba con vehemencia “la idea perversa de que los clérigos son superiores a los laicos”. Sin duda aquí cabe otra extrapolación, relacionada con la superioridad que sienten algunos quienes ocupan cargos públicos, políticos o de poder en general, que miran a los demás por debajo del hombro, sintiéndose todo poderoso y eterno.
He escuchado siempre y lo tengo asumido que se predica con el ejemplo, en el libro se resalta que “el papa –Francisco- dice algo que ya decía Benedicto XVI: el cristianismo debe atraer con el ejemplo, no debe hacer proselitismo; nada de estrategias de marketing: el ejemplo.”
Sería maravilloso, el mundo ideal si los que gobiernan o los que quieren hacerlo fueran un ejemplo a seguir.
Hay más, mucho más que se puede aprender y descubrir en el libro de Cercas, de un ser humano que condujo a la Iglesia Católica durante 12 años y 39 días, que dejó su impronta.
Hay más, mucho para disfrutar de la prosa de Javier Cercas en un libro que no es religioso, aunque habla y mucho de religión, religiosos, fieles, y no creyentes.
Hay más mucho más para descubrir a través de esta útil herramienta literaria, como si Cercas habla con el papa Francisco, y si le da una respuesta.
Portada: imagen tomada de https://www.agenciabalcells.com/
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.