Estos dos últimos meses han sido muy complejos para nuestro país: por un lado, las intensas protestas que generaron una de las coyunturas más complejas desde 2019; luego la consulta popular, decididamente, un momento que mostró un punto de inflexión, en la tendencia política del último año, que puso de manifiesto un inconformismo masivo con el actual presidente.
Sin embargo, todos estos eventos y, concretamente, las manifestaciones, en el contexto de la subida de diésel, con las respectivas dinámicas que desencadenó, me hicieron reflexionar en torno a cómo es nuestra idiosincrasia, ya que lo antedicho destapó uno de los síntomas más enraizados en la sociedad ecuatoriana: el racismo, que, sin duda, es producto de un proceso histórico mal gestionado y parecería que nadie quiere hacerse cargo de él y someterlo a un escrupuloso análisis con el objetivo de solventarlo.
Realmente, la sociedad luce tan polarizada que, de lado y lado, en muchos casos se dan argumentos tan sinsentido, poco analizados y, por ende, procesados; dicha situación devela la existencia de una enquistada visión fundamentalista y, por tanto, carente de raciocinio, donde el papel estelar es el apasionamiento. En consecuencia, para mí esto delata un modus essendi poco instruido en materia social y, sobre todo, una visión bipartita donde solo existe el blanco y el negro, pero no los grises, que en mi opinión es en donde, en definitiva, está la vida.
A pesar de que el sí triunfo, en la consulta popular, todo lo acaecido en estos últimos tiempos consiente hacerse una idea de las diferencias socioeconómicas que existen, las cuales, lamentablemente, en muchos de los casos tiene una raigambre étnica. Estamos en un momento histórico tan avanzado en materia de tecnología, pero tan atrasado socialmente. Es indispensable buscar nuevos resquicios para que las distintas etnias del Ecuador convivan armoniosamente y tengan las mismas oportunidades.
Creo que a todos nos queda claro que la mayor parte de personas dedicas al agro son, por regla general, indígenas, pero que tal si muchas de esas personas, que de seguro sí, tuviesen otro tipo de capacidades y por el constructo histórico-social que nos ha tocado vivir y, sobre todo, por una mala gestión del mismo no pueden explotarlas. Así, creo que estamos en una etapa de cambiar el paradigma e ir generando otro tipo de discursos, basados en una elevación de nuestra conciencia social.
Ya es hora de dejar esa esclavitud mental que nos hace ponernos un velo y ser indiferentes ante el sentir de los otros y, especialmente el de nuestros coterráneos vernáculos. Creo que es importantísimo, en este mismo sentido, revalorizar ese trabajo físico, con esto me refiero al de la tierra y la ganadería, históricamente mal remunerado, pero sin el cual no tendríamos que comer. Me encantaría ver que un abogado recibe un salario similar al de un agricultor, porque ambas profesiones tienen igual de importancia para el buen vivir de nuestra sociedad.
Asimismo, sería muy gratificante patentizar que no porque uno es indígena y el otro mestizo debe formarse en algún ámbito en específico; en realidad, inclusive, respecto a este punto existe una profesionalización basada en la dimensión étnica. Por tanto, tomando el caso anterior como ejemplo, que tal si hubiese mestizos con una capacidad extraordinaria de labrar los campos y ser excelentes ganaderos, pero debido a su condición no pueden desarrollarlas.
Como mencioné de manera previa, debemos replantear toda la situación, porque sí se me hace necesaria una revolución; nuestro sistema actual requiere cambios de raíz y que fomenten un mejor país, en el que la justica y la equidad no sean casualidad y, por tanto, se consideren la regla general. Actualmente, después de todo lo acontecido creo que NO NOS QUEDA NADA, solo un país fracturado socialmente, donde existen pequeños grupos, siendo la analogía más apropiada con una escuela secundaria, en la cual unos son los “populares”, “bonitos” y con dinero; mientras que del otro lado están los desamparados, acosados e inclusive denigrados.
En realidad, si se buscara un cambio, todo este proceso debería efectuarlo el gobierno, uno que apueste por una educación rica en valores sociales, que dé protagonismo a todas las asignaturas vinculadas a las Humanidades, que fomente alianzas estratégicas con comunidades indígenas para que, así, aprendamos unos de otros y nos convirtamos en lo que somos: ecuatorianos, porque ante todo somos este epíteto, independientemente de nuestra etnicidad.
Portada: imagen de Esteban Herrera
Humano curioso, observador y pensador innato. Amante de la historia, cultura y geografía. Licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Los Hemisferios (Quito); máster en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (Sevilla); especialista en Gestión de Museos y Centros Culturales por la Universidad del Azuay (Cuenca). Se dedica a la investigación de manera independiente y, en este sentido, su área principal de indagación está centrada en la historia arquitectónica, social y cultural de la capital azuaya y sus alrededores