Siempre de pie. Jamás de rodillas por la Vida y la Dignidad.
Nuestras luchas son políticas e históricas. Hablar de octubre como el mes de la resistencia y especialmente del 12 de octubre es un acto político no es sólo historia. Y claro, si hacemos historia es también recordar desde la visión de los pueblos originarios, desde el dolor que sintieron nuestros antepasados, desde la destrucción de un sistema de vida basado en principios y valores diferentes a la codicia, al individualismo y materialismo europeo. La racialización colonial y negación a los pueblos nativos no se ha superado durante 533 años. Y hoy se hizo presente con tanta furia en las redes sociales, en las calles, en los parques, para insultar y señalarnos con epítetos despreciables.
El poder sabe que cuando nos enfrenta entre pueblos y de la misma clase social se vuelve más fácil gobernar sin escuchar. Creó la narrativa de “conflicto interno” y lucha contra la delincuencia. Criminalizó las protestas sociales y dividió a la sociedad entre quienes son los buenos y los malos. Bajo esta realidad asistimos a un escenario complejo de violencias estructurales, del regreso de grupos neoliberales dirigido con un gobierno autoritario, policiaco y militar apoyado por el gobierno de Estados Unidos y del sionista genocida Netanyahu que no teme reprimir a sangre y fuego a quienes se opongan a sus intereses, generando el miedo como una estrategia de control.
Entre ese silencio y el miedo se levantan los pueblos nativos reclamando la derogatoria del Decreto 126, con el que elevó el precio del diésel afectando a toda la cadena productiva y a la alimentación.
En este paro nacional hubo lágrimas, dolor y valentía de los pueblos: Otavalo, Kitu Kara, Puruhaes, Cañaris y Saraguro. No obstante, el centro de mayor resistencia lo hizo Otavalo –que dio todo por Ecuador– por todos los que viven en la pobreza, la desigualdad, racializados, discriminados, sin trabajo, sin educación, sin salud, sin alimentación, con necesidades básicas insatisfechas. El gobierno respondió con todo el poder represivo del Estado tratando de disolver la lucha. Desencadenó racismo y odio –que como zombi había estado caminando entre nosotros– y que las redes sociales –fábricas de indignación moral– reforzaron, fortaleciendo el sesgo racista y xenofóbico del entorno oligárquico del gobierno, apoyados por los pobres y manipulados –lavados el cerebro– que defienden al verdugo.
Bombardeados por las mentiras diarias, mientras unos protestábamos por el bien colectivo, otros justificaban la represión porque creen que mantener el orden es lo correcto. A estas personas de clase media baja y pobres el sistema los ha corrompido para que defiendan lo indefendible, miren al otro con miedo y se emocionen del dolor y sufrimiento ajeno. No obstante, el valor y coraje de los pueblos de Imbabura y Saraguro no claudicaron porque la masacre y barbarie de hoy, recordó el dolor de la invasión europea, la colonización y los periodos republicanos.
El dolor y las lágrimas se convirtieron en coraje y valentía de miles de luchas en busca de la liberación. Ese valor y resistencia están en nuestra sangre, como instinto de sobrevivencia. Gracias a esa fortaleza y dureza somos necios y rebeldes, continuamos existiendo. Nos mataron, nos matan y sin embargo no pueden desaparecernos porque “somos como la paja del páramo que se arranca y vuelve a crecer, y de paja de páramo sembraremos el mundo” como sentenció nuestra madre Dolores Cacuango. Su voz continúa viva en cada mujer, jóvenes y niños que levantan las voces de reclamo frente a las políticas neoliberales e injusticias.
No es casualidad que esta lucha de resistencia de los 32 días haya coincidido con el natalicio de mama Dulu –26 de octubre de 1881 en Cayambe– que vino a cumplir un plan de liberación para los pueblos esclavizados en las haciendas de los gamonales terratenientes… Ella estuvo multiplicada en cada espacio de lucha dando fuerza y protección.
En esta lucha, muchos estuvieron en silencio observando desde la orilla, para luego del repliegue surjan voces, analistas y políticos que señalan que “fue una derrota, que no se ha ganado nada”. Después de cada movilización social nada vuelve a ser lo mismo, se sacuden muchas cosas, marcan un antes y un después en la vida de los pueblos. Si recordamos a Rumiñawi, Tupac Amaru, Fernando Daquilema, siempre nuestras luchas han sido, así, al día siguiente, despreciados, minorizados, observados con saña. Sin embargo, la historia nos va enseñando que las reivindicaciones se ven con el tiempo; de ahí que los resultados de los 32 días de lucha se verán en el transcurso del tiempo. Nuestra lucha es un caminar lento para alcanzar la cosecha, la semilla germina a su paso, pues esta lucha fue diferente a las anteriores y dará frutos en el futuro.
Este periodo de paro despertó al país para señalarle que es posible vencer al miedo. Y ese ya es un logro. No pensemos que ganar es solo cuando conseguimos del Estado algunas concesiones o cuando firmamos acuerdos –que nunca se cumplen–. Por eso, nos queda continuar resistiendo, buscando caminos en esta lucha contra el imperio que hace lo imposible para no perder el poder, mientras el pueblo empobrecido, las nacionalidades y los pueblos nativos seguiremos “estando” y “siendo” porque “somos semillas”, “somos cosechas de nuestros taytas y mamas”, somos Resistencia, Dignidad y Vida, no somos terroristas.
Acercarse con la mirada en alto para dialogar con los militares como lo hizo Tayta José María Vacacela Gualán,[1] con la firmeza de su palabra tratando de tocar la humanidad de ese otro es un acto de resistencia que nos muestra que la palabra y el diálogo son mecanismos para comprendernos y que no es necesario reprimirnos.
Siempre de pie. Jamás de rodillas. Kaypimi kanchik.
[1] José María Vacacela Gualán, kichwa del pueblo Saraguro, autoridad comunitarias. Vice kapak de la comunidad de Chukidel, año 2025.
Portada: imagen tomada de https://n9.cl/ydgtm

Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.