Curioso que hoy el presidente encabece convoyes de “ayuda humanitaria”, cuando desconoció el genocidio de Israel contra el pueblo palestino; cuando declaró a los enemigos de Netanyahu como sus enemigos. El mismo presidente que encargó a sus ministros para que difamen a los 4 niños de Las Malvinas, después de haber sido detenidos ilegalmente, torturados e incinerados, en el marco de sus políticas de seguridad y militarización. El presidente que mandó a su vicepresidenta a una zona de guerra. El presidente que dice que no dialogará con los indígenas, pero sí mandó a su ministro a conversar con Fito, capturado ileso y hasta con sesión fotográfica con los ministros que se creen Rambos criollos. El presidente que amenazó desde un inicio con ser un “pésimo enemigo”. El presidente que propicia el racismo, el odio y la polarización. El presidente que no da la cara para hablar, por un mínimo de sentido de decencia, sobre la muerte de Efraín Fuerez y el maltrato, por parte de los militares, al joven que abrazaba al compañero caído. El presidente que no dio la cara frente a los niños muertos en la Amazonía y minimizó la crisis de los hospitales.
El presidente y sus ministros son muy hábiles para desplegar grandes operativos contra los manifestantes, pero incapaces de controlar las cárceles, las minas ilegales y las zonas donde opera el crimen organizado. Cuando vemos el despliegue militar de estos días, nos preguntamos: ¿Por qué no operan así contra los GDO? ¿Por qué no logran controlar las cárceles?
Curiosa misión humanitaria de la que nadie conocía. El convoy, que ahora sabemos lo encabezaba el presidente, se parecía más al operativo que lideró el ministro Loffredo con el mercenario Erick Prince, que a cualquier acción humanitaria; ese operativo en el que arrestaron a decenas de personas que luego fueron liberadas. Cuando vimos las imágenes de ese convoy dirigiéndose a Imbabura, parecía aquello a lo que nos ha acostumbrado el gobierno: la espectacularización de la “guerra”.
Quisiera saber ¿cuáles fueron los protocolos internacionales que empleó Noboa en su “acción humanitaria”? ¿Acaso no se supone que un convoy de ayuda humanitaria nunca llega clandestinamente a una zona de conflicto? ¿No existen protocolos del Derecho Internacional Humanitario para esos fines? ¿No se necesita el conocimiento de las partes involucradas en el conflicto? ¿No se desarrollan corredores humanitarios para proteger esas misiones humanitarias? Noboa, en su costumbre de engañar y armar show, desnaturaliza lo que significa algo tan noble y serio como la acción humanitaria, al tiempo que pone en ridículo y entredicho a miembros de la diplomacia.
El gobierno, como está acostumbrado, es hábil en el relato y la construcción de narrativas; lo hemos visto con todos los hechos que han preocupado a la opinión pública (el caso de Quimsacocha es un claro ejemplo).
Frente a las narrativas del gobierno, lo que sí hemos visto es la brutalidad con la que los militares actúan en las calles. Efraín Fuerez, los 4 de Las Malvinas, las cinco desapariciones forzadas en el 2024, documentadas por Amnistía Internacional, no son casos aislados, no son daños colaterales, son el producto de una política de miedo, militarización e intimidación, en nombre de la seguridad.
El gobierno es cuestionado por organizaciones de Derechos Humanos y sale con la fantástica narrativa de “ayuda humanitaria”.
¿Quién le cree a un presidente que ha hecho de la mentira, el show, la revancha y la intimidación hábitos para gobernar?
¿Quién le cree a un presidente que hace espectáculo de la “guerra”, hoy hablando de ayuda humanitaria?
¿Quién le cree al presidente sobre algo que tenga que ver con un mínimo de humanidad?
Ya es hora de que el presidente deje el show y aprenda a gobernar, no se gobierna con las armas y los comunicados de prensa, sino con la inteligencia y la escucha.
Portada: imagen tomada de: https://acortar.link/vZN3De

Antropóloga, Doctora en Sociedad y Cultura por la Universidad de Barcelona, Máster en Estudios de la Cultura con Mención en Patrimonio, Técnica en Promoción Sociocultural. Docente-investigadora de la Universidad del Azuay. Ha investigado, por varios años, temas de patrimonio cultural, patrimonio inmaterial y usos de la ciudad. Su interés por los temas del patrimonio cultural se conjuga con los de la antropología urbana.