La historia en la eudaimonía:
Quimsacocha y la minería tesitura que preocupa a la morlaquía
Quimsacocha, Kimsacocha o Kimsakocha son las tres formas, que ha hallado, con las cuales se denomina a un área natural protegida y que se emplaza muy cerca de la capital azuaya. Su superficie, de poco más de 3217 hectáreas, pertenece al ecosistema conocido como páramo y en castellano su nombre significa Tres Lagunas; la importancia de este sector se suscribe a los servicios ambientales que provee, sobre todo al agua, debido a que abastece de esta a Cuenca y sectores aledaños.
Sin embargo, dicho lugar en las últimas semanas ha estado en el ojo del huracán, ya que el gobierno, desde una perspectiva netamente capitalista, se ha empecinado en explotar las minas de oro, plata y cobre que yacen aquí. Dicha acción perjudicaría seriamente la calidad del agua, la cual, realmente, se caracteriza por su pureza y salubridad; para ejemplificar, no es muy común que en los países latinoamericanos se pueda beber el líquido vital directamente del grifo, pues en esta urbe ecuatoriana es normal y sobre todo seguro hacerlo.
Así, como alguien en constante contacto con fuentes primarias localizadas en archivos históricos y con la tarea de analizar constantemente el pasado, me puse a meditar en cómo, en ciertas cosas, el ser humano de antaño parecería ser más evolucionado y consciente con su entorno inmediato. Era, en tiempos pretéritos, usual prodigar más cariño a la naturaleza, tratándola como a nuestro par y, por ende, respetándola con intensidad.
Sin embargo, de forma increíble, nos hemos deslindado de ese modus essendi y parecería que ahora lo axiomático es priorizar el capital frente a la dimensión ambiental, como que la naturaleza carecería de relevancia y fuera un actor de reparto.
Creo que todos desde nuestro sitial profesional estamos en la obligación de alzar la voz, ya que estoy seguro de que sin importar el área laboral a la que pertenezcamos, de alguna manera podemos aportar en la concientización de dicha realidad.
Por ejemplo, yo como alguien dedicado a la investigación historiográfica me he propuesto demostrar cómo, desde esta asignatura, se puede fomentar la eudaimonía, locución de origen griego que equivale al buen vivir. En consecuencia, para los habitantes de tiempos pasados el tema del agua era medular y, de hecho, el que Cuenca se haya fundado donde se lo hizo responde a la ingente presencia del líquido vital.
Así, aquella estrecha e histórica relación se patentiza ya desde el acta fundacional de esta urbe: “la parte y lugar donde mejor se podrá fundar el dicho pueblo teniendo atención a que haya agua perpetua”. En este punto, también estoy seguro, aunque se carecen de escritos, que para los pueblos precolombinos la relación con el líquido vital fue primordial como, tangiblemente, lo pone en evidencia el que tanto la Guapondélig, de los cañaris como la Tumipamba incásica se establecieron contiguas al río.
Por otro lado, en una descripción de 1754 de varias localidades ubicadas en la Real Audiencia de Quito se menciona que lo más llamativo de Cuenca es que “…a inmediaciones de aquella ciudad corren varios ríos: al sur el de Yanuncay, y al norte el de Machángara siendo en aquella famoso el de Tomebamba que denominan Matadero, ellos cortan el valle en donde en que está situada y le han hecho denominarse Santa Ana de los Ríos de Cuenca…”.
Así, creo que la Historia puede usarse de forma práctica y aplicarse en algo que, aparentemente, nada tiene que ver con ella. Siempre que reflexiono, lo trato de hacer concienzudamente y, en ese sentido, los pensamientos en torno a las disciplinas sociales y la necesidad de revalorizarlas, en general, ocupan parte de mi tiempo; por tanto, considero que la falta de priorización de asignaturas vinculadas a las Humanidades son las que de cierta manera nos han vuelto menos humanos, más arraigados al capital e indefectiblemente más vacuos.
Pienso que es hora de hacer un mea culpa y reflexionar acerca de si, en realidad, cuidamos el agua; además, cuestionarnos que es lo que verdaderamente importará a largo plazo. En este sentido, como alguien dedicado a la investigación, siempre he sido partidario de que hay que ir avanzando, pero en ese mismo contexto, no creo en los blancos ni en los negros sino en los grises, en las distintas gamas, ya que para mí la vida yace justo ahí y, por tanto, estoy convencido de que no porque ciertas perspectivas sean más nuevas son mejores por añadidura, en determinados aspectos sí es necesario reconectarnos con la episteme atávica, esa que apela a nuestra parte más instintiva, menos mental y más bien vista desde lo que denominamos espiritual.
Para ilustrar esta nota empleé un dibujo de 1817 que lo obtuve del Archivo General de Indias, donde se muestra la ingente cantidad de ríos que surcan la capital azuaya y sus alrededores; en contraste, la foto que contiene un extracto de una relación de 1754 sobre las características de Cuenca la obtuve de la sede del Archivo Nacional de Historia del Ecuador de la capital azuaya.
Portada: imagen del autor

Humano curioso, observador y pensador innato. Amante de la historia, cultura y geografía. Licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Los Hemisferios (Quito); máster en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (Sevilla); especialista en Gestión de Museos y Centros Culturales por la Universidad del Azuay (Cuenca). Se dedica a la investigación de manera independiente y, en este sentido, su área principal de indagación está centrada en la historia arquitectónica, social y cultural de la capital azuaya y sus alrededores