¿Quién es la mujer?,fue la inocente pregunta con la que Simone de Beauvoir interpela el orden social instituido históricamente. Llegamos todos al mundo como seres humanos y en sociedad aprendimos cómo debe ser un hombre y cómo una mujer, dice Beauvoir. Por tanto, obedecemos a una construcción sociocultural determinada. Uno de los lastres más pesados de la cultura patriarcal es la determinación del ser por el género. Las organizaciones de mujeres han denunciado la lógica de este orden social al que nos han sometido las sociedades. Sólo cuando desaparezca esta lógica podremos ser todos y todas, simples seres humanos en toda su grandeza y en toda su pobreza.
La lucha de las mujeres lleva siglos reivindicando sus derechos, denunciando la violencia y peleando contra las injusticias. Hoy diversas instituciones y sectores que intentan desprestigiar al feminismo, hablan de ideología de género, término utilizado para oponerse a los avances de nuestra lucha pero que carece de fundamentación científica. No sucede lo mismo con la Teoría de género, fruto de la investigación de múltiples ciencias sociales que han demostrado con rigurosidad, la subordinación y discriminación sufrida por las mujeres a lo largo de la historia. En este sentido, los avances en materia de género han sido múltiples y muy valiosos, aunque aún no suficientes.
En cada espacio, pueblo y ciudad existen organizaciones de mujeres que han levantado su voz para exigir igualdad de derechos. En Cuenca, las primeras mujeres que se rebelaron contra la dominación y la violencia lo hicieron poniendo en riesgo su propia seguridad. Romper el silencio, sobre lo que pasaba -y aun pasa- en lo doméstico, implicó irse en contra de sus propios afectos. La lucha no puede concebirse sin enfrentar el machismo también al interior de la familia. Proclamar la autodeterminación y la soberanía sobre el cuerpo, significó liberar al propio cuerpo del “bio-poder” que se ejerce por la fuerza. No hay soberanía política sin soberanía corporal. Acceder a la educación y la producción de conocimientos superando todos los obstáculos sociales e institucionales, permitió romper los techos de cristal. Exigir el salario igualitario nos hizo ver como la competencia. Estas, entre otras, son las múltiples conquistas legadas por estas mujeres.
Las organizaciones feministas en Cuenca, nacieron buscando permear la cultura patriarcal. Los movimientos políticos de aquella época, estaban integrados por mujeres intelectuales que extendían sus reivindicaciones sociales al campo específico de la lucha por los derechos de las mujeres, sobre todo de las trabajadoras. En 1974 un grupo de mujeres decide fundar el movimiento 8 de marzo, del que recordamos algunas de sus integrantes: Sara Alvarado, Piedad Moscoso, Gioconda Vanegas, Heidi Gallegos, Soledad Estrella, Lina Astudillo, Cecil Durán, Dolores Tobar, Margarita Maldonado, Cecilia Muñoz, Matilde Galarza, Nidia Carrión, al que luego se fueron sumando muchas más. Se hizo un gran llamamiento a intelectuales, amas de casa, trabajadoras, lavanderas, campesinas, maestras, etc., pero hubo poca respuesta. Este llamamiento fue difundido por los medios de comunicación, lo cual causó una primera expresión de rechazo a quienes estaban al frente de organizar un movimiento feminista. Se las tachó de comunistas extremas, machonas, locas, lesbianas; los mismos partidos de izquierda las criticaron argumentando que lo que buscaban era el poder de las organizaciones políticas y consideraban que sus planteamientos eran una deformación del marxismo. El inicio fue difícil para las primeras mujeres que decidieron levantar la voz, debido a las limitaciones objetivas y subjetivas propias del momento que vivía la sociedad cuencana. Un viejo grafiti en las paredes mostraba la caricatura de un revolucionario, con boina negra y una estrellita roja al frente, escribiendo: Democracia en el país, y a unos pocos metros, se mostraba una mujer que escribía a continuación: …y en la casa también!
Las primeras mujeres organizadas, lucharon contra una cultura que las obligaba a relegarse al espacio privado y ser ciudadanas de segunda. Ellas decidieron levantarse a nombre de quienes, por su condición de mujer o de pobre, eran discriminadas, postergadas, negadas, violentadas. Su valentía y convicción, enfrentó el contexto de una ciudad como Cuenca, conservadora y cerrada que no soportaba la luz de sus ideas y que las persiguió sin tregua, las acusó y las condenó; pero ellas demostraron que hay un futuro más allá del silencio, el miedo, la injusticia y las amenazas.
Han pasado 50 años de ese 1974, el pasado viernes 8 de marzo camine junto a Cecil Durán en la marcha por el día internacional de la mujer. La tarde estaba lluviosa. A pesar de ello Cecil estuvo presente, como siempre lo hace en reuniones y eventos que implican defender los derechos colectivos, especialmente el agua y los derechos de las mujeres. Su sola presencia es tan potente e inspiradora. Su valentía y determinación son testimonio de su consecuencia político e ideológica. Junto a nosotras, marchaban cientos de jóvenes que cantaban con fuerza consignas y demandas demostrando su decisión de no ceder un solo paso en las conquistas alcanzadas. Le pregunté a Cecil, cómo había llegado hasta la marcha, y ella me contó que vino con temor pues la calzada mojada estaba resbalosa y podía caerse, por eso vino con mucho cuidado ayudándose con su bastón. Además, me contó que debió elegir entre su paraguas y la bandera palestina y la vi cargando la bandera. Ella decidió tomar la bandera a pesar del riesgo de afectar su delicada salud. Ella es Cecil, ese es su legado, su inclaudicable compromiso con la causa, ¡porque en esta lucha nadie se cansa! Ella nos seguirá inspirando siempre. Ella seguirá siendo el ejemplo a seguir, y como ella mismo dice: a vivir lo que se cree, ¡al precio que sea! Gracias a Cecil y a todas aquellas que dieron el primer paso para hacer que nuestras conquistas sean irreversibles.
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.