“Vayamos a Belén a ver lo que ha sucedido” (Lucas 2,15)
Cuando yo era niño, cuando caía la noche, de vez en cuando, los potreros que rodeaban la casa se llenaban de pequeñas luces que parpadeaban, y salía fascinado por el milagro a perseguir aquellas luces se encendían y apagaban; cuanto más oscura era la noche, el milagro. Yo perseguía las luciérnagas y tras varios intentos frustrados alguna de ella alcanzaba a posarse en mis manos, y no podía creer cómo debajo de la cola de ese diminuto insecto una luz verde azulada se encendía y apagaba de manera intermitente. Cómo era posible este milagro. óes posible que en el rabito de un mosquito insignificante aconteciera este milagro.
“Vayamos a Belén a ver lo que ha sucedido”. Lo mismo sucede con la Navidad. En medio de la noche acontece, sucede un milagro: Dios acontece en un pequeño niño. Cómo acontece Dios en un niño, en cada niño que nace -cómo puede acontecer la luz en el rabito de un mosquito insignificante-, ¿cómo acontece Dios en lo pequeño y en la mitad de la noche oscura?; el milagro no ocurre en pleno día, cuando reina el sol deslumbrante, donde tantas cosas nos atraen y distraen. El milagro ocurre en esa pequeña luz que ocurre en esa cosita tan pequeña, en esa cosita que nos llama la atención y nos llama a mirar con atención. Dios acontece, ocurre en lo pequeño, en un niño, indefenso, pobre, entre vahídos de un burro y un buey.
Esto cambia nuestra mirada y nuestro modo de buscar y encontrar a Dios, a poner atención a lo pequeño; el milagro ocurre en esa pequeña luz que nos invita a mirar, a poner nuestra atención en lo pequeño. En ese niño, en ese ser humano desvalido acontece, sucede, está Dios presente, llamándonos a la ternura, al cariño, al cuidado, a la solidaridad, a la alegría, a la esperanza. Ese ser humano en ciernes, que apenas una promesa una posibilidad de ser humano; con razón los personajes del evangelio se preguntaran: “¿Qué será de este niño?” ¿Qué misterio encierra este niño?: una promesa, una posibilidad. Eso es lo que significa la Navidad. Encierra la posibilidad de algo nuevo, diferente, de un hombre diferente que revela también a un Dios diferente. Vayamos a ver… vayamos a ver…
Ese niño hace una llamada a nuestro corazón en los registros de la sencillez, de la debilidad, de la ternura, de la cercanía; no desde la grandeza del poder, no nos deslumbra con la luz cegadora de la divinidad sino desde ese tenue calorcito de su cuerpecito humano, al rescoldo de una pequeña fogata, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Es posible que en este niño se cumplan las promesas y esperanzas de la humanidad expresadas y anunciadas de tantas maneras en las culturas de todos los tiempos Es el caso de Jesús. ¿Será que este niño podrá ser el Mesías?, la promesa de una nueva humanidad: el surgimiento de una nueva humanidad justa, amable, compasiva, misericordiosa y también de un Dios Nuevo; no un ídolo que exige sacrificios, guerras, conquistas, poder; un dios enemigo de la libertad humana, enemigo de la debilidad humana, de la pobreza, del diferente, del caído: un Padre amoroso, misericordioso tierno.
¿Qué van a ver los pastores en Belén? Van a ver una pequeña familia, un hombre y una mujer, una madre dada a luz, ¡Qué cosa tan natural! El fruto de un vientre en el que Dios ha creado una nueva vida, un hombre que ampara y protege; no es cosa de otro mundo; una vida que se va a expandir, no solo para si mismo y sus padres, sino que va a trascender en el tiempo y en el espacio del mundo salvando y redimiendo a muchos, aún a costa de un aparente fracaso, porque morirá en una cruz. Vayamos a ver… vayamos a ver. Abramos nuestros ojos para ver. Hoy estamos deslumbrados por las luces de la navidad, la televisión, de la imagen, música estridente, el estrellado de los influencers, del mall llenos de anuncios luminosos, de las redes sociales y del poder político. Hay demasiado ruido y hay demasiada luz y no ponemos atención a lo pequeño Vayamos a ver… Abramos nuestros ojos para ver.
¿Qué encontraron los pastores? ¿Dónde está Dios? Encontraron una choza pobre elemental, en la penumbra de la noche, unos peregrinos guareciéndose en un refugio de animales con un poco de paja, un cuenco de agua para su sed, nada más. Allí nace el salvador, el hombre que va transformar la cultura el mundo. La Iglesia dice que la navidad, el nacimiento, la encarnación de Dios en Jesús. Es el “acontecimiento cultural más grande de la historia del mundo”. Porque transforma totalmente nuestra manera de percibir el mundo, de sentir, de actuar. Ese es el resultado de ir a ver, a ver si es cierto, a constatar y el evangelio dice que los pastores regresaron alabando a Dios, porque era tal cual como les habían dicho: ¿qué les habían dicho?: un niño nacido en un portal y recostado en un pesebre. Apenas una luciérnaga.
También la resurrección será un acontecimiento pequeño en medio de la Noche: unas mujeres, que van de madrugada al sepulcro, y regresan diciendo: “no busquen entre los muertos al que está vivo”. Dios otra vez acontece, sucede… y nos invita a creer, y actuar en consecuencia. Cuántas luciérnagas humanas nos rodean hoy: en el enfermo, en el niño de la calle, en el migrante sin techo y comida, … en Palestina, en el Guasmo… Dejemos nuestra comodidad y vayamos a ver. Encontremos a Dios donde realmente está sucediendo. Entonces tendrá sentido evangélico nuestro deseo: ¡Feliz Navidad!
Me identifico como ser humano y me agrada cuando me relaciono en ese nivel. A mis 75 años sigo aprendiendo y compartiendo las lecciones de la vida. Durante todos mis trabajos y servicios he considerado como tarea más importante pensar y suscitar el pensamiento. Puedo ser incómodo preguntando y re preguntando. Por ello tengo la estima y el afecto de muchos y también la resistencia de otros. No busco aceptación sino estar bien con la búsqueda de la verdad esquiva, hacer el bien que pueda y disfrutar de todo lo bello que hay en todo lo que existe.