Las ciudades son los contingentes donde se desarrolla la vida de sus habitantes, quienes con sus acciones y actividades dan significado a los espacios, convirtiéndolos en lugares que responden a sus necesidades en el marco de una ética y también de una estética. Quién habita, construye su hábitat y se construye a sí mismo. Al dotar de significados a los lugares, nos apropiarnos del entorno que nos rodea.
Cuenca es una urbe dinámica. La evolución no solo de su morfología física, sino también de su identidad social y cultural, ha definido nuevas miradas, prácticas y estilos de vida. El título de ciudad Patrimonio de la Humanidad, ha ayudado a preservar algunos elementos históricos y culturales muy valiosos. Sin embargo, su crecimiento urbano y demográfico está provocando grandes cambios. Si revisamos lo sucedido durante estos 25 años desde la declaratoria de Patrimonio, diremos que la ciudad está viviendo un nuevo régimen. Por ejemplo, la multiplicación de grandes edificios habitacionales o de barrios protegidos por altos muros que delimitan espacios; segregando socialmente a la población. Las consecuencias también se pueden apreciar en los procesos culturales y simbólicos, en la pérdida de las claves del pasado, en el debilitamiento de la historia de algunos lugares y de la memoria colectiva, elementos que constituyen la base de la identidad de sus habitantes.
Pero, una ciudad se define no solo por su pasado sino sobre todo por su apuesta de futuro. Las ciudades que no definen su futuro, caen en dinámicas autodestructivas atentando contra su patrimonio natural, social y cultural. Gobiernos locales, empresas inmobiliarias y turísticas han buscado ubicar a Cuenca en el márquetin internacional, participando en concursos, utilizando etiquetas llamadas “marca ciudad” sin reparar que cuando la ciudad se convierte en mercancía deja de ser ciudad. Eslóganes como: Ciudad Patrimonio, ciudad ideal para el retiro, ciudad ganadora del óscar como mejor destino turístico, entre otros, son muestras de este modelo de gestión resultado de planificaciones pensadas en el lucro y la ganancia antes que, en la pertinencia social e histórica de la urbe. Sin duda, Cuenca ha ingresado en este circuito modernizante, proceso que afecta a la preservación de las claves culturales que contienen los lugares simbólicos o espacios públicos significativos en la vida de la población. Hemos visto cómo se convierten los teatros en parqueaderos, hemos visto eliminar los corazones de manzanas del centro histórico encementando los huertos de las casas; hemos preferido ceder el espacio a los autos, destruyendo lugares que tenían memoria. La urbanización impulsa a que todas las ciudades quieran parecer grandes metrópolis, pero en ese modelo de ciudades el ser humano se siente cada vez más pequeño y más solo. Como dice Borja, la urbanización sin ciudad es una amenaza al servicio de la economía especulativa.
Es posible que, en esta carrera por crecer estemos perdiendo los elementos genuinos que hacen de Cuenca una ciudad única, atentando contra los elementos que constituyen el cimiento de nuestra herencia y por lo tanto de nuestra identidad para convertirnos en una ciudad llena de edificios modernos. Afortunadamente, Cuenca aún tiene códigos históricos y antropológicos propios que constituyen una genuina riqueza urbana. La ciudad guarda un sistema de signos y símbolos en sus calles, edificios, plazas y monumentos, pero también en las tradiciones y prácticas de su gente, en sus luchas y aspiraciones, en la defensa de sus ríos, páramos y montañas.
En esta línea, el Colectivo Ciudadano Cuenca Ciudad para vivir, ha iniciado un ciclo de reflexiones y acciones que buscan coadyuvar a un proceso de crecimiento inteligente y democrático. Necesitamos preservar los símbolos que se transmitieron en el tiempo y que los habitantes valoran como parte de su herencia cultural; no para quedarnos en la ciudad del pasado sino para proyectarnos al futuro con autenticidad. Estamos en un punto de definición trascendental: o seguimos creciendo con un modelo que destruye lo esencial para construir lo superfluo o impulsamos un proceso armónico entre la ciudad construida, la naturaleza y los seres humanos que en ella habitamos.
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.