EL ECUADOR EN EL 2025: LA NACIÓN DE LOS CONTRASTES
Hay escenas que impactan, de tal manera, que, indefectiblemente conducen a una profunda reflexión; ese es el caso de la imagen que acompaña esta nota y que la realicé, hace casi un lustro, justo en el contexto de la pandemia por COVID-19. No obstante, considero que la misma es de lo más actual y pertinente, para este año que finaliza, debido a que es una evocación del vocablo contraste, el cual si estuviera en un diccionario de sinónimos debería ir acompañado de la palabra Ecuador.
Algunos se preguntarán el porqué de esta aseveración; pues, suponiendo que se quiere hacer una suerte de lectura iconográfica-iconológica a la fotografía, lo que veríamos, superficialmente, es un mendigo dormido ante un portal, pero, en realidad, no yace ante cualquier pórtico, sino fuera del de la iglesia del monasterio quiteño de Santa Clara, un espacio que tutela tesoros patrimoniales, los cuales, si fueran vendidos, con probabilidad, podrían erradicar la pobreza en Ecuador.
Ciertamente, esa nota es común a varias ciudades del país y, por ende, demuestra lo contrastado de nuestro estado, ya que hay templos cubiertos de oro y a escasos metros, justo en los exteriores, gente paupérrima. Lo expresado no quiere decir que no valore el inmenso acervo material que los ecuatorianos poseemos; de hecho, soy historiador del arte y, por ende, amo todas las expresiones artísticas provenientes del ingenio humano, pero también procuro fraguarme una conciencia social y me siento en el deber de denunciar las injusticias.
Así, en un espacio que, en teoría, yace cargado de “religiosidad” existe un marcado contraste al confrontarlo con el exterior; en consecuencia, yo me pregunto ¿qué es, realmente, esa religiosidad? Para mí tiene más mérito y, sobre todo, plausibilidad hablar de conciencia social; por lo menos, desde mi percepción, eso evoca más vívidamente un desarrollo de aquellas dimensiones tan axiomáticas en el discurso del ser humano como lo son la religiosidad y espiritualidad.
He ahí un claro ejemplo de lo contrastada de nuestra sociedad y es que hablar de contrastes implica aludir a las diferencias, que ha sido la nota por excelencia este 2025 y el adjetivo que ha configurado la faz de nuestra nación; por ejemplo, Cuenca fue designada como la ciudad más segura de Sudamérica y, en contraposición, Durán está catalogada como una de las más peligrosas del mundo.
Otro caso, digno de subrayar, es la realidad de un hospital privado versus uno público, dos caras de una misma moneda llamada Ecuador: el primero, inalcanzable para la mayoría debido a su alto coste, donde se puede estar rodeado de todas las atenciones y cuidados; el segundo, un lugar donde el cuerpo de un niño fallecido es entregado a sus padres dentro de una caja de cartón, como aconteció en la región amazónica.
Para esbozar otro ejemplo, en la actualidad, varias ciudades del país poseen arriendos excesivos, que patentizan el contraste extremo, habiendo espacios de una habitación que pueden, fácilmente, alcanzar los $1.000, mientras que hay gente que ni siquiera recibe un sueldo básico.
O el contraste tangible en los motivos que escandalizan a las personas; hace poco se montó, en una capilla desacralizada desde 1998, una teatralización drag queen que tuvo por objetivo poner sobre la palestra las injusticias sociales a las que se tiene que enfrentar la población LGBTIQ+++ y las dificultades para hacerse un lugar en una sociedad altamente curuchupa. Esta performance causó gran revuelo y controversia, pero cuando una mujer trans en Guayaquil fue agredida por varios sujetos, casi hasta la muerte, nadie se inmutó, de hecho, algunos se alegraron.
Pues, así nos va en este país de los contrastes, donde las autoridades se apersonaron de la lucha contra una minera que buscaba explotar una zona donde existen varias lagunas que proveen de agua a Cuenca y, prácticamente, usaron esa coyuntura como bandera política, pero esos mismos, en un contexto de estiaje, decoran la ciudad con un exceso de luces navideñas, nunca antes visto, justo en una época que se supone somos más conscientes de la importancia de la salvaguarda de los recursos.
En realidad, debo hacer hincapié en que, de forma consuetudinaria, este estado bautizado en honor a una línea imaginaria se ha caracterizado por sus profundos contrastes, pero el 2025, más que afianzar esa tendencia, se ha convertido en una especie de sentido identitario; al parecer, por fin, tenemos una identidad, ya que varios pensadores siempre han afirmado que nuestra nación carece de una debido a sus profundas disimilitudes naturales y étnicas. Lástima, la hayamos encontrado en las diferencias y no en los que nos une.
Este país de simpar belleza, conformado por una diversidad de biomas que solo pocas naciones poseen, ha alcanzado récords absurdos en muchos aspectos; así, mientras unos miran desde la inmundicia otros lo hacen desde el privilegio, el cual no está mal, pero a los que se hallan en ese estadio, sí les implica el desarrollo de un nivel mayor de empatía.
Sin duda, al concluir esta vuelta al Sol muchos terminaran decepcionados, siendo testigos de que aquí reina la diferencia, donde las estructuras sociales yacen determinadas por la etnicidad y gente con una excelsa formación carece de empleo y personas, a penas graduadas, poseen cargos muy relevantes.
Mi interés con este artículo no es fomentar el separatismo, sino todo lo contrario, pero también propender a generar reflexiones que nos permitan salir de la impavidez y replantearnos el panorama, desde la sensatez, sin una bandera política que nos nuble la razón y sobre todo la empatía. Tal vez, las disimilitudes de pensamiento son inevitables, pero también esa diversidad de puntos de vista es lo que más nos puede enriquecer, como nación, siempre y cuando sepamos conducirlas.
Esperando que, así, el 2026 sea un poco mejor, ojo, solo un poco, porque el camino es largo y muchos procesos se han de generar, si se pretende que la nación de los contrastes no lo sea más y el sentido identitario esté determinado por la palabra ecuatorianidad.
Portada: imagen del autor
Humano curioso, observador y pensador innato. Amante de la historia, cultura y geografía. Licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Los Hemisferios (Quito); máster en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (Sevilla); especialista en Gestión de Museos y Centros Culturales por la Universidad del Azuay (Cuenca). Se dedica a la investigación de manera independiente y, en este sentido, su área principal de indagación está centrada en la historia arquitectónica, social y cultural de la capital azuaya y sus alrededores