TODA GUERRA DESHUMANIZA
Cuando el 9 de enero del 2024, Daniel Noboa con eldecreto 111 instauró el estado de guerra interna paraenfrentar la inseguridad en el país, la población no percibió el alcance de estas palabras, pues en medio dela ansiedad y el miedo cualquier anuncio parecía lasalvación frente a la violencia desatada por las redes del narcotráfico. Pero esta guerra no ha dado los resultadosesperados, el crimen organizado creció, hay un promedio de 18 homicidios diarios, hemos llegado a ser el mayor exportador de droga hacia Europa, alias Fito anda suelto,han aumentado la extorción y el secuestro. Tal parecería que esta guerra no es adecuada; y que los gendarmes están dedicados también a otras tareas como salvaguardar los intereses de las mineras o custodiar camiones privados que no se sabe que portan, como sucedió este fatídico 8 de diciembre en que detuvieron a 4 muchachos en Guayaquil.
Mas tarde, la población aprobó en la consulta popular la pregunta sobre si los militares deben salir a las calles a brindar seguridad, y nuevamente no se entendieron los riesgos que implicaba militarizar los barrios, las comunidades y los pueblos de nuestro país, normalizar su presencia en las calles, legitimar sus acciones sabiendoque, según el embajador de EEUU, existennarcogenerales con intereses en este negocio. La tareadel ejército es especifica, ellos están preparados para defendernos cuando se atentan contra la soberanía territorial y las fronteras, ponerles en otros frentes es darles permiso para disparar y matar a quienes ellos consideren enemigos. La población ha desarrollado gran simpatía por los militares, aprueba el uso de las armas, aplaude la tortura y muerte de los delincuentes.
La militarización de la seguridad pública ha polarizado a la sociedad ecuatoriana y ha debilitado cualquier intención de convivencia pacífica bajo el discurso de que hay que acabar con los malos. Pero, quien define a esos malos lo hace desde una visión aporofóbica y racializada, pues son los pobres de las barriadas marginales los primeros sospechosos. A los 4 de Guayaquil, se les acusó de ladrones, pero nadie ha demostrado que estuvieron robando como intento alegar el ministro de Lofredo, no tenían drogas, no tenían armas blancas ni de fuego, estaban juntos después de jugar a la pelota, como lo hacen muchos niños en todo el país. Aplaudir el hecho deque estos 4 niños hayan sido asesinados e incinerados, llegar a decir que eso es mejor antes de que se conviertan en sicarios; da cuenta de que hemos perdido la capacidad humana de sentir compasión por el dolor del otro. Toda guerra deshumaniza, hoy somos testigos de esto.
La indolencia se refuerza con las imágenes de Noboatatuándose en uno de sus brazos, expresando su triunfalismo, o aquella donde festeja el fin de año en una de sus lujosas mansiones, indiferente a lo que pasa afuera; pero sobre todo con su silencio absoluto con el que demuestra su frialdad, cuando ese mismo 31 de diciembre se anunciaba que los cuerpos incinerados correspondían a los 4 niños, su ausencia y frivolidad son descaradas al no expresar una mínima condolencia a las familias de estos chicos que cargarán el resto de su vida con el recuerdo de esta tragedia perpetrada por quienesjustamente tenían que cuidarlos.
En una sociedad deshumanizada, solo el poder importa, si este crimen queda en la impunidad, ya todo será posible y en adelante se perderá la posibilidad de un futuro dignopara la mayor parte de la población. Mi sentir es que, lamentablemente vivimos en un país donde se asesina cruelmente a cuatro niños y todavía hay gente que lo justifica.
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.