DICEN QUE MIS DEMONIOS SON INOFENSIVOS
Se dice que la poesía es de los géneros literarios más complejos para los lectores, a quienes lo somos de narrativa (novelas, cuentos, ensayos) nos cuesta decantarnos por la poesía; por supuesto que hay lectores amantes de ella, que la buscan, que la prefieren, así como los hay de la novela, el cuento; y, dentro de cada género y subgénero hay temáticas por las que sentimos predilección.
Se diría entonces que en la literatura como en la vida para gustos hay colores.
De todas las maneras y a pesar de lo esquivo que podemos pensar es el género con nosotros o nosotros con él, no hay que dejar de leerlo, hay creaciones que tocan nuestras fibras más íntimas, nos pueden conmover hasta las lágrimas, removernos de tal manera y enfrentarnos a nosotros mismos como si el poeta dijera aquello que no podemos o no nos atrevemos a pronunciar.
Hay poesía que no nos dice nada, otra que no entendemos y también de esa que no nos gusta, como en la novela, el cuento, en la vida.
Hablo de ella a propósito del poemario más reciente de Rubén Darío Buitrón Dicen que mis demonios son inofensivos, publicado junto con el de Criss Ordónez El luto duerme sobre mi cuerpo desnudo que en el prólogo a cuatro manos dicen es un libro que son dos o dos libros que son uno.
En esta ocasión hablaré de algo de lo que me dejaron y provocaron los poemas de Rubén Darío; y digo algo, porque si quisiera decir todo terminaría diseccionándolos.
Al compartir mis impresiones, les animo a que busquen el libro, lean los poemas permitiendo que las palabras los toquen, los sacudan, los emocionen.
Dicen que mis demonios son inofensivos es un poemario lleno de simbolismos, sentimientos y sensaciones.
Cómo refiere en el epígrafe el autor, citando a Pessoa, intuyo el compartir de un hombre que se siente múltiple, que busca su yo, que quiere conocerse.
La primera pregunta que se y nos plantea, Rubén Darío, nos remite a las inquietudes de los lectores ¿las palabras salen de las páginas o entran en ellas?, pensé en Shakespeare diciendo, esa es la cuestión.
Como lectoras aspiramos en unos casos que las palabras esquirlas nos alcancen, así como lograr esquivar las que son municiones o proyectiles, o de plano ponerles el pecho.
Me conmueve e identifica, el amor propio plagado de conjeturas y dudas, así como el ser humano que odia poco.
Nos pone a pensar que el beso sin razón aparente que puede ser decisivo, es decir el inicio o el fin, puede no ser nada, puede confundir o aclarar; o definitivamente puede ser tan sólo y simplemente un beso.
Es poesía que habla del paso del tiempo, que implica a la edad que no vuelve, esa que dibuja pena tras pena los tatuajes en el alma.
Hay gráficos y paisajes hermosamente dibujados: lluvia de caricias; latido de los labios; cascadas de luna derramadas; sueños de arañar el alma; o la resistencia en el aire de una lágrima susurrante.
Rubén Darío consigue potenciar la imaginación del lector.
Pasa del “corazón convertido en metáfora del sentimiento”, a los labios, el alma, la luna… o los botones de una blusa.
Cómo no emocionarse con el ruego de que nunca se apaguen las dudas de la música entristecida o que nunca se extravíe el momento inexacto del asombro.
Habla de los amores imposibles, resumidos en ser el sueño que despiertas en el centro de mi olvido.
Rescata sin complejos su impronta, su lado femenino, que fluye como sangre, como oxígeno, como neurona…
Se refiere al amor auténtico, a ese que se sabe y se siente sin maquillajes ni imposturas.
Se plantea y nos plantea preguntas profundas, que no tienen respuesta sino más preguntas, como: cuántos kilómetros mide la nostalgia; cuánta ausencia tiene la estructura del olvido.
Está el poder de la palabra que acaricia, susurra, moja, golpea, sorprende, arrebata, cansa, alegra… permite soñar.
Tiene ironía, humor y dolor cuando dice: Anoche decidí suicidar mis obsesiones.
Habla de la soledad auténtica, esa en la que uno mismo no está.
Nos plantea una interrogante crucial: ¿Qué será de nosotros cuando ya debamos ser nosotros?, muchos no lo logran, a algunos que sí nos pasa que A veces no queremos ser el que soy ni el que he sido.
Habla de la vida y de la muerte y viceversa. De los libros caprichosos que me acusan.
Los demonios inofensivos de Rubén Darío, me llevaron también a los míos, que no lo han sido tanto, porque aunque no ataca a los otros, por temporadas, días, horas o minutos me han carcomido: la inseguridad, el miedo, la rabia, el ansia de control, la esperanza que bombardea el alma, o la alucinación que inventa la distancia…
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.