LOS ÁNGELES DE NEUQUÉN
Me voy a referir no a seres sobrenaturales de los que nos hablan algunas religiones, sino a seres humanos revestidos de bondad, a personas de carne y hueso –como se dice coloquialmente-, que nos devuelven la fe en los humanos y nos permiten pensar que no todo está perdido.
Quiero hablar de Eduardo y Patricia, una pareja que sin conocernos se volcó a apoyarnos como si fuésemos parte de su propia familia, no sólo gestionaron y consiguieron casi un imposible, sino me acogieron en su hogar y me regalaron su afecto y amistad. Viven en Neuquén, ciudad de la Patagonia Argentina. Allá llegué en un viaje relámpago, del que retorné cargada de las buenas energías que me transmitieron y de los abrazos y las sonrisas que recibí de ellos, de Carmen la madre de Patricia, sus cuatro hijas, su hijo y su nieta.
Al recordar sus gestos de solidaridad –que muchas veces no se hacen presentes en quienes tenemos cerca-, imagino que los escucho repetir lo que dice Fito Páez en una de las canciones más hermosas que se han creado: ¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón, pues sentí que nos ofrecieron su corazón.
El éxito de la tarea que se me había encomendado, tuvo también otras artífices; mi hermana que con su tenacidad, gestiona, busca, encuentra y resuelve, no se paraliza frente a los obstáculos y pese a dosis intensas de stress y angustia, avanza en pos del objetivo, en este caso lo hizo, apoyada en la tecnología que permite acortar e incluso a momentos pensar que desaparecen los 4.318,41 Km en línea recta, 6.081,86 Km en ruta de conducción o 12 horas de viaje en avión (en el mejor de los casos, incluidas las escalas) que separan a Cuenca del Ecuador de Neuquén en Argentina. Pidió ayuda y recibió la inmediata respuesta de “los Ángeles de Neuquén” como cariñosamente y con respeto los he nombrado.
En este punto, seguramente alguien se preguntará ¿cómo se contactaron con ellos? No los encontramos por azar, no fueron las redes sociales las que nos pusieron en contacto. Son los padres de Sasha, compañera de habitación de mi sobrina Juliana en una residencia estudiantil de la ciudad de Córdoba, que con el paso de los días y la convivencia, se ha convertido en una de sus mejores amigas, si no la mejor –al menos en tiempo presente- y parte de la familia elegida. El don de gentes y la bondad de la pequeña, seguramente llevó a pensar a Patricia y Eduardo, que en algo nos pareceríamos y no dudaron en tendernos la mano.
Otra pregunta que quizá ronde es ¿qué fue lo que hicieron? Aunque el hecho fue muy importante, lo que me motiva compartir este relato, que puede antojarse a algunos sin importancia o sin sentido -en medio de tantos temas que incumben o afectan a la colectividad, el país o el mundo-, es resaltar que existen personas dispuestas a volcarse por otros y ese sólo hecho, que es inconmensurable, me parece que viene al caso, que es pertinente.
Vivimos épocas convulsas, en las que las malas noticias son “el pan de cada día”: guerra, femicidios, violencia de distintos tipos, corrupción, irrespeto, abuso, malos gobiernos y una larga lista de etcéteras, que desnudan lo peor de la especie humana, despertando sentimientos de incertidumbre, desasosiego, temor, rechazo…
Ante todo lo negativo que el día a día nos trae, la solidaridad, el cariño y el cobijo reconfortan y nos permiten ver hacia delante con esperanza e incluso con ilusión. Frente al escenario dantesco, que se relata en los noticiarios, prensa y redes sociales, encontrar personas que hacen el bien, sin ningún interés, sin buscar sacar provecho, dispuestas a hacer cosas por los demás, renueva la esperanza.
No pretendo poner un velo sobre la cruda realidad, pero de la misma manera como nos cuentan los horrores que a diario se reproducen, hay que contar –y con énfasis- los hechos buenos que se suceden y nombrar a las personas que los ejecutan, para contribuir a que el bien y lo bueno también hagan ruido, se reproduzcan y se vuelvan virales. Quién sabe si los ejemplos calan y volvemos, así sea poco a poco, a vivir en comunidad, entre vecinos, con confianza y sin miedo, a solidarizarnos no sólo de palabra sino con acciones, a ayudar al prójimo.
Habrá muchos ángeles que tocarán otras vidas, seguro que en nuestro entorno también los encontramos –conozco algunos-, a los de Neuquén el homenaje de gratitud eterna.
¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón
Portada tomada de: https://elviajerofeliz.com
Mujer estudiosa y analítica, lectora atenta y escritora novel. Doctora en Jurisprudencia y Abogada – Universidad de Cuenca, Máster en Gestión de Centros y Servicios de Salud – Universidad de Barcelona, Diplomado Superior en Economía de la Salud y Gestión de la Reforma – Universidad Central del Ecuador. Docente de maestría en temas de políticas públicas y legislación sanitaria –Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; en el área de vinculación con la sociedad, legislación relacionada con el adulto mayor – Universidad del Adulto Mayor. Profesional con amplia experiencia en los sectores público y privado, con énfasis en los ámbitos de legislación, normativa y gestión pública.