TIEMPOS ELECTORALES, CONTRADICCIÓN ENTRE LA EXPECTATIVA Y LA REALIDAD
Históricamente las relaciones entre poder político y económico en América Latina han sido muy estrechas. En los últimos tiempos, los procesos de acumulación han evidenciado estos vínculos de manera explícita en las recomendaciones que realizan los organismos de crédito internacionales y los paquetes de medidas económicas aplicadas bajo la lógica del modelo global e implementadas por los gobiernos de turno, lo que se conoce como captura corporativa del Estado
Con la idea generalizada de que el capital crea trabajo, las elites económicas han tomado las riendas del sistema financiero global y nacional. La humanidad ha sido sometida a la incesante generación de riqueza bajo el argumento de que es la fórmula para enfrentar las necesidades de la población. Hay que crecer y acumular, nos ha dicho, porque eso finalmente tendrá resultados positivos y generará trabajo para los millones de personas que hoy existen al margen de las condiciones mínimas de vida. Pero claro, antes el país deberá pagar la deuda externa, implementar todos los tratados de libre comercio, aprovechar sus campos sembrando monocultivos transgénicos e implementando agroindustrias, aprovechar todos los recursos naturales y venderlos, sacar todo el petróleo que aún nos queda, cortar los bosques tropicales y la selva, aprovechar la riqueza marítima para exportarla. Además, es necesario aprobar todas las normativas posibles que permitan cuidar las inversiones de las empresas internacionales sin obstáculos jurídicos e impuestos adicionales. Es decir, todos tenemos que poner el hombro para sacar al país adelante y así alcanzar un desarrollo económico que nos lleve finalmente a garantizar la justicia social para la gran mayoría de la población que hasta hoy ha trabajado sin estabilidad, sin seguridad social, sin salario digno, muchas veces sin vivienda, y en general sin acceso a derechos mínimos. Esta es una radiografía de las políticas oficiales en muchos países, y por su puesto también en el nuestro.
Sin embargo, las estadísticas demuestran que la lógica de la acumulación, es insaciable. Si no, cómo entender que apenas el 1% de la población mundial sea dueña del 88% de la riqueza mundial. La élite económica y financiera internacional ha logrado implementar un sistema donde los poderes locales tienen muy poca capacidad frente a las grandes corporaciones de la economía global, a la dinámica de la financiarización y la política económica del sistema de libre mercado. Las evidencias del fracaso de este modelo son claras, en menos de 30 años la humanidad ha enfrentado las peores crisis financieras, inmobiliarias, alimentarias, sociales y ecológicas de toda la historia.
El poder político no nace en las urnas de un proceso electoral, los ungidos por el voto no manejarán los hilos de la política ni definirán las decisiones trascendentales del Estado. Son las élites económicas, financieras, y actualmente, según lo señala un estudio de la Naciones Unidas que duró 10 años, también las mafias del narcotráfico que han sembrado terror y muerte en nuestras ciudades convirtiéndolas en territorios de guerra a partir de las inmensas injusticias sociales y espaciales que viven las barriadas olvidadas por los gobernantes de turno. Esta lógica domina los destinos de nuestros pueblos, su poder está lejos de las cámaras, de las pantallas y de los micrófonos; está en el capital ultra concentrado que controla, muchas veces, a operadores judiciales, medios de comunicación, miembros de las fuerzas armadas o policiales y hasta financia las campañas de algunos candidatos, según se comenta. Los gobiernos elegidos solo pueden actuar como subalternos de inversionistas mineros, petroleros, inmobiliarios, exportadores. Hemos visto como las mafias controlan las cárceles y los sectores pobres. Así, las campañas electorales son simples escaparates, vitrinas del márquetin político que nos vende ofertas engañosas y futuros ilusorios, con honrosas excepciones.
En estas condiciones hemos arrancado la carrera electoral para dignidades seccionales en nuestro país. Para la alcaldía de Cuenca y la prefectura de la Provincia del Azuay, necesitaríamos alguien capaz de enfrentar esta realidad de un Estado sometido a la captura corporativa y empresarial de las élites. Alguien capaz de recuperar el espacio perdido que le corresponde a nuestra ciudad y provincia en el concierto nacional. Alguien que pierda el miedo para enfrentar al gobierno centralista que nos tiene sumidos en la peor crisis vial, a pesar de que nuestra ciudad aporta al erario nacional con más de ochocientos millones de dólares al año, en obras no regresan ni doscientos; a pesar de que nuestra provincia genera la mayor cantidad de energía eléctrica para atender las necesidades del país, a pesar de que nuestra población aporta con ingentes cantidades en remesas que envían nuestros migrantes. Necesitamos autoridades que logren implementar finalmente un sistema de transporte integrado, alternativo e incluyente, que le cobre al presidente Lasso su oferta de cubrir la deuda del tranvía. Necesitamos autoridades que enfrenten a las empresas mineras y hagan respetar la consulta popular en defensa del agua. Autoridades que no se desentiendan del problema de la seguridad ciudadana bajo el pretexto de que no es su competencia. Necesitamos autoridades capaces de generar la unidad de la sociedad civil para exigir con dignidad aquello que nos pertenece por derecho.
Ex directora y docente de Sociología de la Universidad de Cuenca. Master en Psicología Organizacional por la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica. Master en investigación Social Participativa por la Universidad Complutense de Madrid. Activista por la defensa de los derechos colectivos, Miembro del colectivo ciudadano “Cuenca ciudad para vivir”, y del Cabildo por la Defensa del Agua. Investigadora en temas de Derecho a la ciudad, Sociología Urbana, Sociología Política y Género.