NUEVO AÑO Y EL TIEMPO
La época navideña y de fin de año es propicia para pensar en el tiempo. Por una parte, la Navidad, conforme corren los años, se va cargando de memorias, pero también de nostalgias y de ausencias; por otra, la celebración de fin de año, que en Ecuador gira en torno al Año Viejo, conlleva la reflexión sobre el tiempo transcurrido; así, la quema de monigotes y la lectura de testamentos representan, además que al año que termina y la finalización de un período, un proceso de purificación del pasado, de renovación, de expectativas individuales y colectivas; las viudas y su llanto simbolizan la nostalgia por el tiempo que pasa, por lo bueno y lo malo que se deja atrás… la nostalgia por el paso inexorable de los días y de los años.
Para muchas personas, estas son fechas propicias para la reflexión, para mirar atrás, para revisar el tiempo pasado y venidero. Con frecuencia, se suele escuchar que el año “ha volado”, que “parece que recién fue enero”; más aún en estas épocas de pandemia, en los que al reencontrarnos con los otros vemos que han sucedido quizá dos navidades, dos años viejos, dos o más vueltas de la cuenta corta.
En estos días, de pensar el tiempo, he recordado un poema de los Indios Americanos que suele circular entre los deseos del Nuevo Año, un poema que dice “No te deseo un regalo cualquiera, te deseo aquello que la mayoría no tiene, te deseo tiempo (…) no sólo para que transcurra, sino para que te quede: tiempo para asombrarte y tiempo para tener confianza y no sólo para que lo veas en el reloj”. Este poema me lleva a recordar una ceremonia a la que asistí en el 2019 en la reserva india de los Tohono o’odham en Arizona; allí, una de las mujeres, una mujer de medicina, narró que su padre le enseño que cuando se pide al Gran Espíritu, es preciso saber pedir, puesto que la petición es voluntaria, pero, una vez que se concede el deseo, la recepción es obligatoria.
¿Y qué tiene que ver el poema de los indios americanos con el relato de una mujer de medicina de la gente del desierto? Pues mucho, en estas épocas en que solemos reflexionar sobre el tiempo, tal vez cabe preguntarnos sobre su calidad, sobre el tipo de tiempo que vivimos, que deseamos y que anhelamos.
Cada vez escuchamos más la frase de que “parece que hoy el tiempo pasa más rápido, que no alcanza para nada”. Según Byung-Chul Han, la crisis temporal contemporánea no atraviesa por la aceleración, sino por la dispersión, por la disincronía, ocasionada por la atomización del tiempo que, a su vez, va de la mano con su homogeneización, todos los momentos son iguales. Para este autor, la atomización se caracteriza por la ausencia de duración y, por tanto, de sentido; así, lo que le daría sentido y aroma al tiempo, sería la posibilidad de narrar la relación entre las cosas y los acontecimientos. Para este escritor y filósofo surcoreano, el tiempo gana aroma en la medida en que corresponde a la duración. Nos propone Byung-Chul Han, como alternativa a la crisis temporal que vivimos en la actualidad, una revitalización de la vida contemplativa, de la duración, de la capacidad de demorarse; esto es, romper con la compulsión a la productividad y al trabajo.
En este mundo de aparente aceleración, y de real dispersión y atomización, quizá cabe desearnos otro tiempo, un tiempo vinculado al ritmo, a la vida contemplativa, a la intensidad de la memoria que se construye en la lentitud… a la duración. Dicen que los griegos pensaban el tiempo en dos dimensiones, el Cronos, que refería a la dimensión cuantificable –los días, las semanas, los años- y el Kairós, de carácter más cualitativo, que se refiere no al tiempo en números o cantidad, sino al tiempo oportuno, al tiempo del suceso y del acontecimiento, de la novedad, de la experiencia… al tiempo justo. Seguramente, es ese, el tiempo oportuno, de duración cualitativa y no cuantitativa, el que permanece en la memoria.
Con lo anotado, cabe desearnos tiempo, pero no cualquier tiempo, sino tiempo en términos de kairós, de la intensidad, de la duración, de la memoria, los tiempos lentos que no pueden ser cuantificables en extensión sino en intensidad, en contemplación y en duración… en los instantes que permanecen.
Antropóloga, Doctora en Sociedad y Cultura por la Universidad de Barcelona, Máster en Estudios de la Cultura con Mención en Patrimonio, Técnica en Promoción Sociocultural. Docente-investigadora de la Universidad del Azuay. Ha investigado, por varios años, temas de patrimonio cultural, patrimonio inmaterial y usos de la ciudad. Su interés por los temas del patrimonio cultural se conjuga con los de la antropología urbana.