VIRTUAL
Confesamos que sentimos la misma desproporcionada ansiedad de aquella época en la que, los amados encuentros sobre literatura ecuatoriana de la Facultad de Filosofía en la Universidad de Cuenca, lograban ponernos en ascuas; derrumbados los mitos sobre las redes sociales, su vicio y panacea, lograron que nuestra actitud esté alerta ante el último encuentro virtual de poesía; más de sesenta poetas de América y España debatieron y abrieron cauces para la reflexión y el deleite al escuchar poesía de calidad en la plataforma “Ciudades Invisibles”.
Y, a pesar de que odiamos el zoom y las conexiones desconocidas para nuestras experticias, llegó un momento en que el hábito logró imponerse y el gozo se hizo presente.
Más allá de estas anécdotas hacemos calas en ciertas reflexiones: ¿para qué escribir en época de pandemia? ¿el canon prevalece o hablamos de diversos canones que mutan con el mismo vértigo de la tecnología? ¿son las culturas testigos de este tiempo?
Sin lugar a dudas se coincidió con el extrañamiento de la presencialidad; más allá de los pequeños recuadros que, a momentos, fallan en cuanto a luz, sonido y demás recursos tecnológicos, los textos destellaron; sin embargo, la forma se impuso, a momentos, sobre el fondo; es decir, hubo mínimos espacios en los que se prestó más atención a un posible reencuentro presencial y, como consecuencia, bajó el nivel.
Debemos reconocer que las instituciones culturales colapsaron antes de la pandemia; convertidas en salones de eventos no se diferenciaban de las redes sociales, la publicación de un libro, la muestra pictórica de tal o cual maestro, convocaban a parientes y a un mínimo de espectadores que asistían como compromiso con el autor; así la pandemia y su consecuente reclusión llegó para sincerar los públicos y un rasero imperceptible se impuso en el habitúe de las artes, las letras y las culturas.
Sin embargo, la liquidez virtual provoca también una cierta superficialidad de aquellos que buscan un “me gusta” y sorprender a un público masivo; en vías de extinción las editoriales han decidido plegarse a esta virtualidad y ofertan una inmensa variedad de fórmulas para el creador, por lo tanto, ahora más que nunca es necesario detenerse a sopesar todo aquello que implica la escritura y su poética.
Lejos de chauvinismos y posiciones a priori el equilibrio y el escrúpulo en cuanto a la publicación y participación en los espacios virtuales son definitivos; cada época tiene su impronta, sin embargo, la tesitura poética, la disposición impecable en el lenguaje, la forma y el fondo en el discurso no varían.
Y eso únicamente se consigue con la práctica; al fin y al cabo, escribir es un hecho diario que requiere esfuerzo intelectual, vocación y persistencia, pero también aquello que definimos como “elan” es decir la escritura y, mucho más la poesía, son un acto de fe en la época durísima que nos ha tocado vivir.
Las realidades múltiples, la diversificación de voces, la asfixia virtual y la condena pandémica son el leudo para un mosaico que será decantado a su debido tiempo.
Poeta. Gestora cultural. Articulista de opinión. Ha recibido varios premios de poesía y al mérito laboral. Ha sido jurado en diversos certámenes nacionales e internacionales. Ha publicado diversas obras, así como Literatura infantil, Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y figuran en diversas antologías nacionales y extranjeras.