IN MEMORIAM ANDRÉS DURAZNO
El 22 de marzo, día mundial del agua, nos congregamos varios colectivos y personas de Cuenca y sus alrededores a una velada por Andrés Durazno, valiente defensor de los páramos de Cuenca, quien falleció el pasado 17 de marzo. Antes de recordar quien era Andrés y contra qué luchaba, quiero compartir el testimonio que evoca Andrés Durazno en la memoria de su sobrina y defensora de los páramos Elizabet Durazno:
Tío Andrés tiene ocho hijos, de ellos tres son menores de edad. Tenía 49 años. Directamente nos decía que tenemos que luchar, que seguir adelante, que no debemos permitir que la minería se dé. Más claramente el sueño de él era ver Río Blanco sin minería y enfocarse en los proyectos que le gustaban, en este caso: las truchas. Era un hombre tranquilo, callado, de pocas palabras. Siempre decía que la lucha tiene que seguir en adelante, que no nos van a ganar, que no nos demos por vencidos. Decía que había ser organizados no actuar individualmente. Siempre cargaba su maletita, los documentos de la organización, de la resistencia, siempre caminar. Le gustaba enseñar a los estudiantes lo que es importante para nosotros: el agua, los páramos.
Mi primer contacto[1] con don Andrés Durazno tuvo lugar en un portal de la calle Luis Cordero y tenía que ver con una de las sinnúmero ruedas de prensa que han convocado los comuneros de Río Blanco. Era lunes y temprano, Andrés y el resto de compañeros lucían agotados por las escasas horas de sueño, sin embargo, sus ojos vivaces denotaban cierta ilusión. A partir de aquel momento, nuestros próximos encuentros consistieron en una suerte de acompañamiento a un viacrucis interminable por librar a su territorio del proyecto minero Río Blanco: si no era un juzgado, era la Fiscalía, el Consejo de la Judicatura, el Ministerio de relaciones laborales, los consultorios jurídicos o la calle…
Horas eternas de espera y cansancio, donde hombres, mujeres, jóvenes, madres e infantes componen un cuadro de campesinos aguardando tras la puerta de la justicia, una puerta que difícilmente se abre y les deja paso. Invariablemente estoicos (cualidad inmanente de quien labra la tierra) ante los avatares del poder, se han plantado frente a las instituciones a esperar sin impaciencia con la mirada perdida en una mezcla de pasmo y resignación. Dedicar un día entero a recorrer los entes burocráticos citadinos implica pérdida de tiempo para las actividades esenciales de subsistencia: ¡los cultivos y los animales no esperan!, pero ¿quién entiende?, ¿qué funcionario detrás de su cómodo escritorio podría comprender los menesteres del campo? Quizá por ello los burócratas son tan afectos a ralentizarlo todo. No obstante, y pese a la fatiga, cada hora abonó para entretejer con delicados cilios la relación amistosa entre Río Blanco y las personas y organizaciones sociales solidarias.
En contraste con el trajín legal, las acciones directas eran un aliciente. Don Andrés y los miembros de su parroquia solían participar en las marchas del día del trabajo y los plantones de protesta contra los órganos públicos (gobernación, ministerios, ETAPA, municipio de Cuenca). En la calle el cariz está impregnado de cierta alegría, es como una tregua a la tediosa vía legal. Solo quien sobrevive con lo que la tierra le permite, valora la importancia de los páramos y el agua. Por eso en una marcha contra la minería, pobladores de la parroquia Molleturo trajeron sus animales domésticos al mismísimo parque Calderón para enseñarle al entonces gobernador Enderica lo fundamental del líquido vital, certeza demás obvia para quien fue nadador profesional.
Diversos eventos se llevaron a cabo como parte de las estrategias de defensa territorial, algunas acciones discurrieron entre los paisajes de Molleturo, desde el ventoso y dorado tapiz paramero hasta el exuberante bosque. Mi memoria me retrotrae al fogón humeante de San Pedro de Yumate, donde decenas de personas provenientes de todas las comunidades se concitaban y conversaban, se organizaban y llegaban a acuerdos. Recuerdo que en una de las visitas al páramo de Río Blanco, mi amigo Kléver Calle y yo, participamos en una minka de siembra de árboles de quinua en las inmediaciones de los terrenos de propiedad de la minera, como parte de una acción de restauración del ecosistema degradado; los comuneros conocen de cerca la serie de daños ocasionados en el pajonal debido a las actividades de exploración y explotación. Después de la minka, que estuvo acompañada de una llovizna incesante, nos juntamos alrededor del fuego en la casa comunal, cada persona compartía el alimento que producía (maíz, tubérculos, hortalizas, etc.), don Andrés nos convidó truchas. El lardoso humo de la caldera difuminaba los rostros extrañados de quienes se habían creído el cuento de que la minería acarrea desarrollo. Así soltó quedamente uno de ellos, al rememorar el ingreso de la empresa minera canadiense IMC: “aceptamos trabajar con ellos porque no sabíamos de qué se trataba, qué era eso de la minería, nos decían que no iban a destruir nada, que íbamos a mejorar nuestra vida. Total…”. Al concluir su frase, un marasmo lo atrapó hasta que terminó la hora del almuerzo. Todos comentaban, con dejos de desdicha, sobre los tiempos en los que apoyaban la minería en sus páramos; ahora, la gran mayoría es opositora. Por la tarde -y pese al chaparrón- salimos con Elizabet Durazno a cosechar hortalizas, al regreso y por el sendero del atajo recogimos hongos que serían parte de nuestra cena. Al día siguiente, la lluvia había menguado y un timorato sol nos abrigaba, en compañía de varias mujeres y niñas nos unimos a un grupo de compañeros para continuar con la minka de siembra de especies nativas. Llegamos a un terreno que fue arrasado por las llamas, allí permanecían carbonizados los restos de lo que un día fue un bosque de quinua. Sin importar el aspecto fantasmal, la siembra prosiguió.
El discurso prominero emitido desde las empresas y reiterado hasta la saciedad por sus vasallos, ha sido incapaz de obliterar los impactos de toda índole producidos en el territorio de Río Blanco en particular y, Molleturo en general: exacerbación de la violencia, destrucción del tejido social, deterioro del páramo y las fuentes hídricas, presencia de gente extraña, represión y criminalización de la protesta social, vulneración de derechos humanos y colectivos, y muerte.
Río Blanco, río de ilegalidades y muerte
El óbito de Andrés es un hecho trágico que nos remite a la cruenta realidad de la minería en el Ecuador, para tal propósito les invito a repasar información clave sobre el proyecto minero Río Blanco, en contra del cual Andrés luchó infatigablemente los últimos tiempos. Para quienes lo desconozcan, el proyecto Río Blanco tiene sus orígenes en 1994, cuando la empresa británica Río Tinto Zinc (RTZ) comenzó operaciones de exploración en los parajes de Molleturo. En 1998, RTZ vendió las concesiones a la International Mineral Company (IMC) de capitales canadienses, por medio de su subsidiaria San Luis Minerales S.A. El proyecto se mantuvo en fase de exploración avanzada hasta 2013, año en que el emprendimiento fue adquirido por la empresa hongkonesa Junefield Mining S.A.C. mediante su subsidiaria en el Ecuador Ecuagoldmining South America S.A. Se localiza en las parroquias de Chaucha y Molleturo, comprende las concesiones Canoas, Canoas 1, San Luis y Migüir, abarcando un total de 4.979 ha que limitan con el Parque Nacional Cajas, intersectando los bosques protectores Molleturo y Mollepongo que, además forman parte de zona de amortiguamiento de la Reserva de la Biósfera Macizo del Cajas.
El proyecto fue inaugurado malhadadamente por Jorge Glas (hoy preso) el 11 de agosto de 2016 y en dicha ceremonia Javier Córdova, en ese entonces ministro de minería (actualmente se desempeña como director ejecutivo de la compañía minera Soma Gold, afincada en Canadá) pronunció: “Río Blanco cuenta con todos los permisos ambientales e incidirá positivamente en la zona”[2]. La jerga minera se ha empecinado en crear una falsa distinción entre minería “legal” e “ilegal”, como si los grandes emprendimientos fuesen aquéllos que cumplen todas las de ley. Pero no, no es así. De hecho, una acción de protección constitucional fue otorgada en 2018 ordenando la suspensión del proyecto, por no haber realizado la consulta previa, libre e informada en razón de la existencia de la Comuna San Felipe de Molleturo[3], de la cual Andrés era parte.
El juez Paúl Serrano, quien otorgó esta acción de protección tenía buenas razones para tomar esta decisión. Abundan las evidencias del carácter irregular del proyecto minero Río Blanco y las actividades de la empresa Junefield. A continuación voy a repasar -a vuelo de pájaro- un par de documentos como pequeño ejemplo de dichas irregularidades. En primer lugar, un informe de la Contraloría General del Estado y, en segundo lugar, un informe de la Dirección de Control Urbano del municipio de Cuenca como parte de una solicitud ciudadana de acceso a la información, dicho sea de paso exiguamente difundido empero evidencia el carácter ilegal de este emprendimiento.
El informe de la Contraloría General del Estado[4] establece las siguientes conclusiones: no contaba con una evaluación económica integral del yacimiento; no dispone de las autorizaciones de uso y aprovechamiento del agua en los caudales requeridos; presentó un estudio para el cambio de fase e inicio de explotación que se contradice a sí mismo, pues el estudio de factibilidad en unos acápites dice que la lixiviación será sin cianuro y en otros, que sí se utilizará cianuro de sodio. Por ende, no debía concederse la autorización para la fase de explotación.
Por su lado, el informe técnico de la intervención realizada N° 14909 por Control Urbano, en su proceso investigativo N°. 22883 de fecha 03/07/2018, señala: A. El predio no dispone de trámites o autorizaciones despachados por el GAD de Cuenca… C. De acuerdo al PDOT (Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial) se encuentra nivel de uso categoría general: conservación, área natural de protección. Áreas de protección de cauces de ríos, quebradas o cualquier curso de agua, en donde la construcción está prohibida… 3. Intervención: Se ha realizado la construcción de edificaciones sin permisos municipales… Dicha área no es de carácter legalizable debido a que se encuentra en zona de conservación, área natural de protección. Áreas de protección de cauces de ríos, quebradas o cualquier curso de agua, en donde la construcción está prohibida de acuerdo al PDOT y por lo tanto no se admite la construcción de edificaciones. Se colocó el sello de suspensión provisional el 21 de junio de 2018. ¿Hacen falta más argumentos para convencernos de la ilegalidad que empaña este proyecto?
En el año de emisión de este último informe, Marcelo Cabrera era alcalde de la ciudad, ahora tiene un curul en la Asamblea Nacional, ¿hará algo para honrar la muerte de Andrés Durazno y ahora sí, aportar efectivamente para proteger los páramos del Azuay de la minería metálica? La misma interrogante la extiendo hacia Bruno Segovia, Sofía Sánchez, Rodrigo Fajardo y Cristóbal Lloret (asambleístas electos), al alcalde Pedro Palacios y todo el concejo cantonal y, a la prefecta Cecilia Méndez. Las autoridades podrían hacer más, mucho más, y seguir las huellas de los comuneros quienes por cuidar su territorio y las aguas del páramo, ponen incluso sus cuerpos y lo hacen todos los días, sin cobrar sueldos ni recibir beneficio alguno por la enorme contribución que realizan.
Don Andrés, al igual que cientos de comuneros han demostrado que no apoyan ningún tipo de minería en sus fuentes de agua. Así lo aseveró de forma contundente don Enrique Gutama (vocal de la comuna San Felipe de Molleturo) durante la entrevista mantenida con Jorge Piedra en La Voz del Tomebamba[5] (a propósito de denuncias propaladas por el sector minero), en donde expresó que sus integrantes se identifican como defensores de los páramos, del agua y que no quieren la instalación de la minería, “No vamos a permitir que se mueva una sola piedra de la mina ni tampoco estamos para hacer minería artesanal… Vamos a trabajar, vamos a reforestar, vamos a construir una casa comunal y promover el turismo”. Así han persistido en su lucha las comunidades unidas de Molleturo, protegiendo y cuidando los páramos. Don Andrés era parte de un grupo de vigilancia para evitar la instalación de la minería artesanal en Río Blanco, reemplazando el rol de las entidades competentes.
La muerte del compañero Andrés Durazno
no es vana. Su impronta me anima a pensar en las quinuas abrasadas que
permanecían erguidas aquélla mañana de minka:
a pesar del daño del fuego, en sus ápices bruñían verdosos brotes algodonados…
Pese al temor infundido por los corifeos mineros, ¡la resistencia se mantendrá
y más viva que nunca!
[1] El afecto, la constancia y el trabajo constante de mis compañerxs Yasunidxs Guapongelig me permitieron conocer Río Blanco y a muchxs de sus habitantes.
[2] El Telégrafo. 11 de agosto de 2016. Gobierno pone en marcha proyecto minero Río Blanco. https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/economia/4/gobierno-pone-en-marcha-proyecto-minero-rio-blanco
[3] Art. 57, numeral 7 de la Constitución de la República del Ecuador.
[4] Informe DR2-DPA-0010-2019 del Examen Especial al Proyecto Minero Río Blanco comprendido entre el 1 de enero de 2012 y el 31 de diciembre de 2017
[5]https://www.facebook.com/rtomebamba/videos/incidentes-en-r%C3%ADo-blanco-con-enrique-gutama-vocal-de-la-comuna-de-molleturo/730307421095146/
Foto Portada: Ceremonia en honor a Andrés Durazno, con la reproducción de un dibujo de la caricaturista Vilmatraca.
Bióloga por la UDA. Master en estudios interdisciplinarios en sostenibilidad ambiental, económica y social, por la Universidad Autónoma de Barcelona. Integrante del Colectivo Yasunidos Guapondelig y de la Plataforma Ecuador Decide Mejor sin TLC.