UN ESTADO FALLIDO POR DELINCUENTES CON PODER
Cuando los de mi generación cursábamos en el último año de colegio, debíamos escribir una monografía de investigación como requisito para graduarnos, escoger un tema novedoso para la monografía era el reto del futuro bachiller. En analogía, a pocas horas para el cierre de la entrega de esta columna, no hay un tema nuevo, es el mismo de hace unas semanas, el mismo del año pasado: la corrupción, la impunidad, la inoperancia del Estado.
Daniel Salcedo, delincuente no solo confeso sino material, vinculado en negociados para la construcción del hospital de Pedernales recibe una condena pírrica; millones de dólares en medicamentos se dejaron caducar en los hospitales de la Seguridad Social por la inoperancia, ineficiencia, el desamor de los funcionarios que regentan los hospitales, con criterio de gerentes pero no de seres humanos racionales y conscientes.
Las pérdidas económicas importan poco frente a las vidas de pacientes afiliados perdidas por no entregarles esos fármacos, frente al dolor que se les causó al no administrarles las medicinas a las que tenían derecho, mientras los jarabes, pastillas, soluciones e insumos se podrían en las bodegas.
Para agravar, en estos días, se ejecutan obras de mitigación de la erosión en las tomas de captación de agua en la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, en el río Coca. La central costó 2.000 millones de dólares, es la mayor del país, pero tras su construcción han surgido numerosos efectos ambientales que, en el peor de los casos, podrían volver casi inútil a esta obra que tantos sacrificios ha costado. Un apagón de energía el miércoles 11 de noviembre hizo sospechar a los usuarios de las redes sociales que algo andaba mal en la central Coca-Codo.
Ahora sume todos estos factores: ladrones que roban el presupuesto público por millones, funcionarios indolentes que causan pérdidas de medicinas por más millones, megaobras que pueden convertirse en desperdicio económico colosal de miles de millones…
Hay estados fallidos por la violencia política, como Siria; hay estados fallidos por la violencia delincuencial como Honduras; y con el dolor en el corazón y el alma es de temer que en el Ecuador estemos camino de ser un estado fallido por tener al país tomado por delincuentes que, en sus ratos libres ejercen el poder y la política, y el resto de su tiempo –que es el más- lo emplean en organizar el saqueo.
Que el país se libre de ser un estado fallido entregado al apetito concupiscente y lujurioso de la corrupción depende de la movilización social pero también de una acción de la Función Judicial, con severidad imparcial, sin temores ni favores, sin importar la acusación de que se judicializa la política porque no hay judicialización política cuando se castiga a políticos ladrones.
La Fiscalía ha hecho una tarea por llevar ante la justicia a algunos de estos delincuentes pero en el saldo el país pierde porque las sentencias a los corruptos no han contemplado de modo cabal con todo lo que manda el Código Penal. El mismo prescribe que la reparación integral de la víctima y la restitución del perjuicio. En los casos de peculado, concusión, enriquecimiento ilícito, la víctima es el Estado y la perjudicada la sociedad, por lo tanto las sentencias a estos delincuentes deberían incluir la reparación económica al Estado sobre la totalidad del perjuicio, por el que deben responder con los bienes ilícitamente beneficiados y con los suyos propios, pero eso no se ha visto.
El caso es que, frente a la corrupción, sin una Función Judicial diligente no nos salvaremos de ser un estado fallido, igual a aquellos donde campean los pistoleros y narcos.
Mientras, en pocas semanas estaremos en la fase decisiva de la campaña electoral previa a los comicios en los que el pueblo elegirá a su futuro gobernante; todavía los candidatos no han hablado sobre esto. Del apoyo que dé el futuro gobierno al sistema de justicia para su cometido, dependerá mucho si avanzamos a consolidar la Ley y la democracia o nos encaminamos a ser un estado fallido, que le falló a la sociedad por no poder controlar a los políticos devenidos en delincuentes y porque es imposible que una sociedad sobreviva si una vez por semana descubre, impasible, que otra vez le robaron. (O)
Periodista, comunicador social, abogado. Hoy, independiente. Laboré 27 años en medios locales como editor, redactor y reportero. Diarios El Mercurio, La Tarde y El Tiempo; revista Tres de Noviembre del Concejo Cantonal de Cuenca; radios El Mercurio, Cuenca y América.