Érase octubre de 1492. Hace 532 años los pueblos del Abya Yala fueron invadidos por gente extraña que vinieron de Europa. Traían enfermedades y muerte, habían venido para quedarse para siempre.
Irrumpieron abruptamente en la vida de las naciones originarias y para acaparar las riquezas cometieron el más grande genocidio, y aquellos que sobrevivieron fueron condenados a nuevas formas de trabajos degradantes del sistema esclavista y feudal. Las naciones del Abya Yala se encontraban en un proceso cultural de más de 14 mil años de existencia y desarrollo. El continente tenía unos 100 millones de habitantes con todas las formas de vida, con complejas cosmovisiones, estructuras político-organizativas y grandes conocimientos.
Sin embargo, a partir de 1492 todo ese “Otro” fue encubierto y negado (E. Dussel), calificándolos de ignorantes y salvajes con el cuento de civilizar y evangelizar. Colón sentó las bases de la dominación colonial con funestas consecuencias hasta nuestros días. Abrió las puertas a la colonización en nombre del poder imperial y de la fe, esgrimiendo “la raza” como una gran herramienta de dominación. Inició una explotación inmisericorde de los recursos naturales y seres humanos generando el genocidio de muchos pueblos nativos (Acosta, 2024).
Las sociedades del Abya Yala vivían en armonía con su entorno, cultivando la tierra según sus preceptos: “la Tierra es nuestra madre. Honra todas tus relaciones, Toda forma de vida es sagrada por eso hay que tratar con respeto a todos los seres. Toma de la Tierra solo lo necesario y nada más” (Anónimo). En esta relación desarrollaron una organización social con un sistema económico comunitario.
Sus ciudades tenían templos, fortalezas, santuarios y redes viales de una arquitectura formidable, como fue el Qhapak ñan. Cultivaron la ciencia y hubo grandes astrónomos, físicos, matemáticos, ingenieros de caminos y puentes como el Waskachaka, ingeniería hidraúlica con el cual tuvieron grandes canales de riego. Midieron el tiempo en una escala cósmica de miles de años en grandes calendarios que superaban a los de Europa; se manejaba el espacio de intercambio comercial entre varias regiones mediante un sistema de comunicación y escrituras propias.
Tuvieron sus dioses, invocaban a los espíritus de la naturaleza y a todo el Gran Cosmos; enseñaban a sus hijos e hijas los secretos de la comunidady la espiritualidad, transmitidas de generación en generación por el poder de la palabra, las artes, la textilería, la cerámica, la música y las danzas.
Las culturas del Tawanitsuyu conocieron mecanismos de ablandar las piedras, tallar y levantar muros que permanecen hasta hoy. Gracias al conocimiento de una sustancia de origen vegetal capaz de ablandar las piedras –que no fueron tallados a pico, cincel ni martillos– (Jimenez del Oso, 1983), levantaron colosales obras arquitectónicas como Sacsayhuaman, Machu Picchu y otras que están siendo descubiertos hoy en día. La planta denominada “jotcha que mezclada y tratada con otros vegetales y sustancias convertía la piedra en barro” (Jorge Lira, citado por Juanjo Pérez, 1987).
Desarrollaron tecnologías avanzadas para la adaptación de plantas en diferentes pisos climáticos, un sistema de producción agrícola basado en el control vertical de los pisos climáticos que permitió aumentar la diversidad, la producción y la calidad de los productos. Además, conocieron la genética con el cual produjeron muchas especias de semillas y frutos; ese conocimiento aún está en la memoria colectiva en las comunidades de Otavalo (Mama Josefina Lema, habla de la mezcla de la papa negra con la chaucha para obtener una híbrida).
Los pueblos vivían la vida comunitaria con cada salida del sol y por ello rendían culto al sol generador de vida y energía. Eran hijos de la Tierra y del Cielo, con una conexión entre el Hanan Pacha y el Urin Pacha, cuyo eje de esa unión indisoluble era la dualidad hombre y mujer. Sin embargo, los “dichos civilizadores” habían “mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja” (Galeano, Los hijos de los días).
Todos estos conocimientos llegaron a un oscurantismo. El pensamiento patriarcal genocida provocó grandes pérdidas humanas, la destrucción de muchas culturas, la destrucción sistemática del estilo de vida de los pueblos originarios, el saqueo de minerales y la apropiación de la Tierra como objeto de explotación. Se estableció una jerarquía social: una élite dominante, la misma que con la creación del Estado ecuatoriano se ha estructurado en forma jurídica y política, una estructura inamovible sostenida por un grupo que se turnan en el poder. Ese genocidio que hoy en día es comparable con lo que Israel –con el apoyo de Estados Unidos– está realizando al pueblo de Palestina.
Desde ahí viene nuestra resistencia, la lucha por nuestros territorios perdidos, la liberación y la búsqueda de un nuevo Estado. Hemos logrado sostener un proceso de resistencia, ejemplos de ello en este mes se han desarrollado dos importantes eventos: el primero, el Congreso Internacional de Pueblos Originarios en Guatemala (10 al 12 de octubre) donde se reunieron varios pueblos del continente con el fin de analizar y reflexionar las políticas del sistema global y los caminos que debemos seguir para fortalecer nuestra presencia en el Abya Yala y la defensa de la Madre Tierra frente a políticas extractivistas; el segundo, las jornadas de los Chaskis por la Paz y la Dignidad de los pueblos, IX carrera continental el encuentro de “El Cóndor y el Águila”. El Cóndor salió el 20 de mayo desde Argentina y cruzó por Loja-Saraguro, Azuay, Cañar y las provincias centrales rumbo hasta Bogotá para encontrarse con los chaskis que avanzan desde el norte con el Águila, cuyo encuentro será el 29 de noviembre. En esta jornada participan pueblos originarios de todo el Abya Yala (Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Colombia, desde el sur). Estas acciones expresan que “estamos aquí, aquí hemos estado siempre, no nos hemos ido”.
Hoy, esta fecha, 12 de octubre lo han sustituido por el de “Día de la Interculturalidad”; no obstante, las cosas no han cambiado para los pueblos y nacionalidades. Por esta razón, es necesario caminar juntos –sin olvidar el genocidio– para avanzar en la construcción de un país pluricultural en relación y respeto a la madre naturaleza; esto será posible desde el respeto, el compartir conocimientos, desde la justicia que llegue para todos y todas, desde la redistribución de riquezas para todos/as que ponga fin a las desigualdades.
El sistema actual y el progreso que ponderan las oligarquías solo es violencia, muerte y despojo. Ayer fueron las carabelas y hoy son los helicópteros y camiones mineros y petroleros que continúan con la colonización y saqueo de los recursos naturales para entregar a los patrones globalizantes. Por eso el 12 de octubre es el día de la resistencia y lucha de los pueblos indígenas.
Nada que celebrar. Las naciones empobrecidas seguimos en resistencia porque las consecuencias del colonialismo continúan. Hay que estar alertas porque la poca libertad y derechos que hoy tenemos en cualquier momento pueden ser arrebatados.

Nativa de Saraguro. pertenece a la nacionalidad Kichwa. Estudió en Zamora en la Escuela de Líderes. Cursó estudios universitarios en Cuenca. Es abogada, tiene estudios en lengua y literatura, es magister de Estudios de la Cultura y un Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe. Maestra de secundaria y educación superior, investigadora. Ha publicado varias obras, así como artículos en revistas y periódicos. Ha desempeñado varios cargos vinculados a Educación Bilingüe. Es conductora del programa Ñukanchik llata Kashpa (Nuestra identidad) en la Radio comunitaria de Saraguro “KIPA RADIO”, FM 91.3.